Mystery Train (1989)



Si en Permanent Vacation Allie se iba a París (¿cómo turista?), y en Stranger Than Paradise Willie, Eddie y Eva se sentían finalmente turistas en Florida, aquí van a ser unos genuinos turistas, una joven pareja japonesa para más señas (con lo cual se establece un distanciamiento muy jarmuschiano; también en lo lingüístico, porque apenas hablan inglés y se comunican entre sí en japonés como es natural), los que nos guíen a lo largo del film. Además, de nuevo, la película gira alrededor de tres episodios que tienen como nexo de unión un sórdido hotel, el Arcade Hotel, situado en un barrio costroso y desvencijado (como el Nueva York de sus dos primeros films) de Memphis, ciudad que simboliza como pocas el mito del sueño americano, ejemplificado en Graceland, convertido en mausoleo de Elvis Presley, The King (lugar que, aunque no lo veremos en el film, es objeto de la visita de los nipones).

La película arranca con las vías por donde corre un tren en el que viajan la pareja japonesa, rumbo a Memphis. Suena de fondo “Mystery Train” en versión de Elvis. Ese breve prólogo da paso al primer episodio, “Far from Yokohama”, en el que seguiremos los pasos de Jun y Mitsuko por la calles de Memphis, sucias, vacías, donde crece la hierba y los edificios parecen abandonados (la cámara los va siguiendo con unos travellings laterales marca de la casa, como el que seguía a Eva por Nueva York o nos mostraba la Nueva Orleans de Down by Law).



Previamente, en la estación de tren, se les acerca un hombre mayor, afroamericano, que les pide cerillas (“Matches?”, palabra que provocará una broma al final del film): se trata del cantante de Memphis Rufus Thomas, de quien más adelante oiremos un tema sonando en un juke box. Visitan los legendarios estudios Sun Records, donde grabó Elvis y toda una serie de leyendas del rock&roll y del blues; contemplan la estatua dedicada a Elvis y acaban la jornada alojándose en el Arcade Hotel, donde los atienden en la recepción dos curiosos personajes (interpretados por Screamin’ Jay Hawkins, con un espectacular traje rojo, y Cinqué Lee, el botones, hermano de Spike Lee).



En la habitación, presidida por un retrato de Elvis pero sin televisor, Mitsuko mostrará su álbum de imágenes que se parecen a Elvis (desde un Buda a Madonna); Jun se dedicará a fotografiar la habitación (dice que el resto no hace falta porque ya lo retiene en su memoria); mantienen una relación sexual (¡por fin!), un tanto triste, quizá por el carácter cerrado de Jun; y oyen en la radio un tema… de Elvis, la maravillosa “Blue Moon”, en una emisión que presenta un disc jockey con la voz de Tom Waits (¿será Zack, que se ha colocado en una emisora de Memphis?). Por la mañana siguiente, oyen un disparo (que entrelazará las tres historias, como el hotel mismo, o la canción “Blue Moon”) y Mitsuko confiesa que lo que más le gusta es dormir, porque cuando muera no podrá dormir y por tanto desaparecerán los sueños (clara referencia a lo efímero de los sueños, también del “American Dream”, además de mostrarnos otro personaje perezoso, que gusta de gandulear, como tantos otros en su filmografía).

Un fundido en negro nos lleva al segundo episodio: “A Ghost”. Una italiana (Nicoletta Braschi, la Nicoletta de Down by Law) ha de repatriar el cadáver de su marido, pero un problema en el vuelo a Roma la obliga a pernoctar en Memphis. Deambula por las calles (seguida en travelling por la cámara) y acaba en un bar, donde un tipo sospechoso (el siempre inquietante Tom Noonan) le cuenta una historia sobre el fantasma de Elvis, excusa para venderle un peine y sacarle algunos dólares.



A la salida, como Noonan la espera con otro compinche con intenciones aviesas, Nicoletta decide alojarse en el hotel de enfrente: el Arcade. Allí coincide con una chica parlanchina, Dee Dee (Elizabeth Bracco), con la que compartirá habitación, sin televisor pero con retrato del Rey. Dee Dee abandona Memphis harta de su marido, Johnny (al que conoceremos en el tercer episodio). Durante la noche ponen la radio, suena “Blue Moon”… y aparece ante Nicoletta el fantasma de Elvis, que al parecer se ha equivocado de dirección [sic].



A la mañana siguiente, antes de partir suena un disparo (Nicoletta lo identifica claramente como efectuado por un revolver del 38… todo un detalle que nos dice mucho del personaje).

El último episodio, “Lost in Space” (en referencia a la serie de televisión aquí conocida como “Perdidos en el espacio”), nos cuenta las andanzas de tres personajes tan perdidos como los de Down by Law. De un lado, Johnny, un inglés al que llama Elvis (y que interpreta el líder de The Clash, Joe Strummer, con aspecto malhumorado, hosco, antipático); su amigo Will Robinson (Rick Aviles), que comparte el nombre del personaje del niño de la serie de los 60; y por último Charlie, un barbero (Steve Buscemi, en uno de sus típicos papeles de pringado superlativo). Johnny (al que ha dejado Dee Dee) y Will acaban de perder el trabajo. Johnny se lo toma a la tremeda y armado de una pistola monta el número en un bar, se emborracha y después, junto a Will y Charlie, que como cuñado ha acudido a ayudarlo, roba en una licorería donde dispara contra el dependiente. Huyen los tres en el vehículo de Will, y oyen “Blue Moon” por la radio.



Se refugian en el Arcade, donde el recepcionista (cuñado de Will) les da una habitación pendiente de reformar, de paredes desconchadas, sin televisor pero con un retrato de Elvis, aunque salido del marco. Cuando por la mañana Johnny intente suicidarse, Charlie forcejeará con él y recibirá un disparo (el disparo del 38 que han oído los japoneses y Nicoletta y Dee Dee).

El film termina con Dee Dee y la pareja nipona en el tren (los turistas, destino Nueva Orleans, para ver la casa de Fats Domino; ella a Natchez, que rima con “matches” y genera una confusión final); los tres losers huyendo en el coche, y Nicoletta tomando el avión. Mientras pasan los créditos, suena “Mystery Train”, ahora en versión de Junior Parker (otro cantante de blues de Memphis).

La película acaba con la misma vía del principio pero ahora el tren va en sentido contrario. Así se cierra uno de los guiones mejor articulados de Jarmusch, donde todo encaja sin forzar la narración. También uno de sus films más divertidos sin necesidad de recurrir a la vis cómica, un tanto de payaso, de Benigni. También otra vez música y cine se han dado la mano, tanto en la banda sonora (firmada una vez más por John Lurie, y con la presencia de numerosos temas cantados por músicos de Memphis), como en la presencia de músicos en el reparto (Rufus Thomas; Screamin’; la voz de Waits; Joe Strummer). La fotografía, nuevamente de Robby Müller, es esta vez de vivos colores, donde destacan poderosamente los neones que brillan en la noche. Hay momentos casi feéricos, como esa calle solitaria por donde cruza la vía de tren contemplada a la luz de la Luna, mientras suena “Blue Moon”.



Próxima etapa, con destino múltiple: Los Angeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki, en Night on Earth.