Ciertamente, Jarmusch tiene el buen gusto de ponerse al servicio de Iggy y The Stooges, como un colega que admira al grupo, sin imponer su punto de vista. El documental es ágil, amable sin caer en el peloteo y sin esconder las sombras del grupo. Y se agradece, como bien dices, que no salga la típica retahíla de entrevistados famosos babeando en pantalla (¡no sale Bono!, solo eso ya merece nuestras alabanzas). A mí, personalmente, me hubiera gustado que se profundizará en la relación entre Iggy y Bowie (que es la que toca de manera ficcionada Velvet Goldmine), pero entiendo que es un capítulo que queda fuera de la historia de The Stooges. A ver si Jarmusch se marca un documental sobre esa parte de la vida y obra de Iggy (al que estoy escuchando más en los últimos años que en las cuatro décadas anteriores).

Por cierto, Alex, a ver cuándo nos cuentas esa experiencia tuya en una banda punk-rockera.