Revisando alguna de sus películas con un matrimonio amigo, se escandalizaban de lo poco purista que es este hombre con Shakespeare, mezclando razas y acentos, y cambiando localizaciones y época a placer. Ya nadie se acuerda de lo laxo que era el teatro isabelino a la hora de llevar a cabo representaciones, parece...
También comentaban que emocionalmente su cine siempre está a flor de piel, y que es demasiado intenso, a veces por apasionado, y a veces por noño y naif . Otro tanto se podría aplicar a las partituras que Doyle le compone. No obstante, eso me ha llevado a pergreñar una reflexión. Comentábamos en su día que es evidente que su cine no es para todo el mundo, pero creo que precisamente por lo señalado más arriba, es que me gusta tanto. Me explico:
Creo que la expresión que mejor define al cine de Branagh es una que ya empleé anteriormente; "joie de vivre". A veces su cine puede parecer cursi o ridículo, pero lo cierto es que después de ver sus pelis, el espectador siempre acaba con ganas de salir a la calle y vivir intensas emociones: cantar, bailar, enamorarse, reir, llorar, vivir aventuras...
Hasta su 'Hamlet', posiblemente sea la adaptación más vitalista y luminosa que jamás haya conocido la obra maestra de Shakespeare. Otra de las cosas que me encanta del cine de Branagh es que tiene muy presente que el cine, al igual que el teatro, no es más que una representación, una ilusión de realidad, pero no es la realidad misma. Por eso en su cine un príncipe español del siglo XVI puede tener la apariencia de Denzel Washington, o los borregos pueden ser de plástico, sin que necesariamente se resienta la credibilidad del conjunto. Su cine, en palabras del viejo Will, viene a afirmar que el mundo es un escenario y que todos somos actores, y que el cine no es más que otra gran mentira, aunque en ocasiones pueda ser una mentira maravillosa.
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