Si alguien se esfuerza, piensa y se atreve a explorar nuevos territorios de la imaginación, siempre que no caiga en el ridículo o en el aburrimiento, incita mi interés. Y no puedo decir más que Lanthimos suele incitar mi interés, porque desde planteamientos muy tradicionales, retuerce y extrema la realidad de manera inteligente y, a ratos, provocadora.
No nos encontramos en esta ocasión ni con un festival de grandes angulares -La Favorita, por ejemplo- ni con una fantasía casi de dibujos animados -Pobres criaturas, por ejemplo-. Aquí tenemos tres historias de una duración muy similar -de una hora cada una, con sus títulos de crédito incluidos- que plantean distintos dramas, pero cuyo punto en común es el desarrollo de un hundimiento, la angustia de unos personajes perdidos en un mundo que se va deslizando lenta e inexorablemente al sinsentido.
Sexo, manipulación, sangre, comedia. No es fácil encontrar un equilibrio adecuado a esos componentes sin deslizarse hacia lo grotesco o lo banal. Curiosamente en esta ocasión su manierista director ha decidido refrenarse completamente, dejando el retorcimiento de la realidad al texto, no a las formas. Así, superficialmente, las tres historias son narradas de forma convencional, con su planteamiento, nudo y desenlace de rigor, pero es un sutil engaño: en ninguna de ellas encontramos firmeza en su falsa apariencia, porque en todas ellas hay una inquietante perturbación, algo molesto y tenue, como un débil chirrido en nuestra mente que ni controlamos ni controlaremos.
Con esos extraños mecanismos de la mente juega Lanthimos y no es tarea fácil, la verdad. Entre ellos se desliza, se retuerce y deslumbra ese prodigio de la interpretación que es Emma Stone. La vemos encarnar con igual convicción a una encargada de una floristería, a una superviviente de un naufragio o a una atormentada seguidora de una secta, absolutamente obsesionada por sus creencias. Ante ella (por favor, óiganla en versión original), los demás actores están en otro nivel interpretativo, incluso (es el caso de Jesse Plemons) sobrepasados por la exigencia y nivel de sus papeles.
Pero bajo el terror, las obsesiones, el erotismo e incluso cierta gélida violencia, veo en esta obra sutileza en sus detalles paródicos, en esos mundos tan seriamente absurdos como los que plantea en los finales del segundo y el tercer capítulos. Son tan ridículos que podrían ser reales; es algo que forma parte de esa materia de la que están hechos nuestros sueños... Y nuestras pesadillas.
No será plato del gusto para todos pero yo me quito el cráneo, señor Lanthimos. Seguro que usted sería feliz en el callejón del Gato, entre espejos y deformidades.
Pdt: De nuevo tengo que agradecer a los cines Yelmo Las Arenas de Las Palmas de G.C. por hacer el esfuerzo no sólo de proyectar películas como esta, sino por hacerlo en versión original. No sé si les será rentable, pero yo lo agradezco igualmente.