Malick a tope, con los actores flipando y poniendo a prueba la paciencia de la crítica, que empieza a rechinar los dientes mientras los espectadores se van suicidando con discreción y elegancia en el patio de butacas. Todo muy cósmico, muy elevado. El summun, la hostiaputa de lo espiritual.

Es un puto genio pasado de vueltas, aunque no pueda ver sus últimas pelis enteras. Me da igual.