Si en los últimos días nos encontrábamos con la triste noticia de la desaparición del magnífico Philip Seymour Hoffman, durante esta semana la muerte de otro famoso actor, Paul Walker, está saltando de nuevo a los medios de comunicación estadounidenses por algo, desde luego, poco agradable, lo que parece a todas luces una auténtica batalla por su herencia.

Walker, archiconocido por la saga Fast & Furious en la que desempeñaba papel principal, y en la que aparecerá en su séptima entrega (a estrenar allá por la primavera del próximo 2015), falleció en un accidente de tráfico en noviembre del pasado año 2013.

Tras su inesperada muerte, el actor ha dejado tras de sí una herencia superior a los 18 millones de euros, herencia que, como recogen esta semana diversas publicaciones norteamericanas, entre ellas la revista People, parece que se está convirtiendo en el centro de una disputa entre familiares del fallecido.

Paul Walker llevaba unido a su actual pareja sentimental más de siete años, y poseía un testamento firmado en el año 2001, en el que declaraba heredera universal de todos sus bienes a su hija Meadow, fruto de una relación anterior del actor con Rebeca J. Soteros, con quien no contrajo matrimonio.

Los primeros movimientos en esta batalla por el control de la herencia adjudicada a la menor parece haberlos iniciado el padre del actor, Paul William Walker III, que además resulta ser albacea del testamento, el cual ha manifestado el deseo de que su esposa se convierta en tutora legal de la adolescente heredera, lo que supondría por añadidura la responsabilidad de la administración de la herencia de su nieta. Algo que no ha sido bien recibido por la otra parte de la familia de la menor, que entiende movimientos más económicos que afectivos en esta intervención de los padres del actor fallecido.

Sin duda uno de esos colofones tristes a la vida no ya de un actor, sino de cualquier persona, en lo que parece el inicio de un culebrón familiar, mientras que, en otro caso citado, el del fallecimiento de Philip Seymour Hoffman se abre el culebrón (este más dramático) alrededor de la investigación policial sobre las circunstancias de su muerte.