Entre Berlanga y la postmodernidad. Creo que es así como mejor se resume esta muy digna película de Iciar Bollaín.
Y el que esté entre ambos mundos es su principal virtud, pues evita siempre caer en la astracanada compensándolo con una muy acertada visión femenina de las cosas. Y digo femenina porque su directora acierta a mostrar un estereotipo de mujer a la que, por desgracia, todos conocemos: la paciente, la sufrida, la que siempre dice que sí y a todos quiere contentar, la que se dedica más a la vida de los demás que a la suya propia. Ese género de persona de las que todos abusan en mayor o menor medida, ya sea por maldad o por costumbre. En el esfuerzo por encarnar ese tipo de personaje, sinceramente, Candela Peña está soberbia, como soberbios están todos y cada uno de los actores que protagonizan esta curiosa agridulce película, un verdadero melodrama con acertadas gotas de comedia.
Se crea un universo en estos apenas noventa minutos de metraje acertadamente construido por pequeños gestos que reconocemos y nos conmueven: la mirada melancólica de un hombre que rememora los pequeños detalles de su fallecida mujer, los gestos de consuelo de una madre a una hija cuya vida hace aguas, el abrazo de dos hermanos cuyas vidas se enfrentan a un éxito aparente pero lleno de un sórdido vacío. Al final, el "botón nuclear" que hace estallar Rosa provoca una onda expansiva que pone al descubierto las debilidades y fragilidades de sus vidas. Rosa no lo pretendía, pero ese es el definitivo efecto.
Spoiler:
No obstante, las luces vencen a las sombras en este pequeño melodrama sostenido por la excelente interpretación de sus actores y por una, a pesar de sus claroscuros, sólida historia de pequeños conflictos en el que muchos se verán reflejados. Sus gotas de comedia berlanguiana no hacen más que enriquecer la muy humana red de sentimientos que la película describe, bañada por la cálida fotografía de interiores de Sergi Gallardo y Beatriz Sastre.
Adivino que Tripley y Campanilla se dejarán caer por aquí... (Creo yo)![]()