Vista esta tarde. Y aunque pueda ser una película interesante, ni mucho menos me parece redonda. Ni mucho menos la obra maestra de Del Toro (a falta de ver cosas como Cronos o La cumbre escarlata).
De entrada, a mí no me ha funcionado. Y puede ser por varias razones: porque me he visto un montón de películas de este tipo -chica conoce monstruo-, porque me las he visto mejores, porque soy muy purista (y aquí Del Toro se monta un pastiche raro de E.T., La mujer y el monstruo, Un, dos, tres ¡Splash!, Liberad a Willy....)... Pero creo que se resume en dos razones básicas: 1) varias historias, ninguna de las cuales termina de funcionar; 2) no me funciona la pareja protagonista. En el momento en el que en una historia de este tipo, te resultan más interesantes las historias de los personajes secundarios, o la ambientación, o la fotografía, o la música, mala señal.
¿Qué clase de película ha querido hacer aquí De Toro? ¿Una película de espías, sobre la Guerra Fría? La trama de los espías es bastante secundaria, aunque tiene importancia en el desarrollo posterior de los hechos. ¿Una película de terror? No es lo principal de la historia, aunque hay momentos que causan verdadera angustia. ¿Una fantasía romántica? Ni de coña, todo es mugriento y realista. Apartamentos desvencijados, personajes antipáticos, situaciones más propias de un drama social en muchos casos, palabrotas, sexo y gore desperdigados aquí y allí. Por más que nos meta aquí trozos de películas antiguas y hasta números musicales en plan The Artist. Y con todo, la cantidad de incongruencias -perdón, de situaciones que requieren la suspensión de la incredulidad, sobre todo en el tramo final de la película- son numerosas. Un cuento de hadas para adultos era, por ejemplo,
La maldición del hombre lobo. ¿Una película de ciencia-ficción? Hay más ficción que ciencia. ¿Un moderno cuento de hadas? Tampoco, por más que nos quieran presentar a Elisa como una princesa (una Cenicienta, concretamente) sin voz y al sireno como un príncipe de un reino subacuático. La Bella y la bestia era una fábula de amor cortés -esa cosa hoy tan pasada de moda y considerada tan cursi, pero sin embargo, tan emocionante- : no había sexo ni se lo esperaba. ¿Podía haber toques gore? También los tenía
Panna a Netvor, sólo que ahí sí venían perfectamente a cuento. Hacer un cuento de hadas adulto y oscuro no consiste en meter casquería ni a personajes follando como perros en celo. Esto no es un capítulo de Juego de Tronos. Consiste en tener unos personajes con unas motivaciones claras -que pueden ser unas no muy agradables o muy positivas- y hacerlos evolucionar. Y aquí es donde viene el otro problema principal, a mí entender, con La forma del agua.
En un romance, sobre todo en un romance sobrenatural, te tienen que funcionar los protagonistas. Te tienen que llegar. Y si eso no te llega o no te funciona, apaga y vámonos. El problema es que tal y como está contada la historia, ni Elisa ni mucho menos el sireno son casi personajes. ¿Que no hablan? Tampoco hablaban Erik, o Quasimodo, o Cesare...¡y cuánto decían sin usar palabras..! Tampoco me vale conque "esto es un cuento de hadas moderno, y los cuentos son así, sobre arquetipos, y unos son personajes muy buenos y otros muy malos". Porque, como queda dicho, aquí no hay hadas. El romanticismo, la música de la noche..., llámenlo como quieran, brilla aquí por su ausencia. No me creo la historia de amor, ni como empieza, ni cómo se desarrolla, ni mucho menos cómo acaba. En los cuentos de bellas y bestias el amor surge poco a poco. Ella tiene que recorrer las capas de bestia para llegar al hombre. Por más que Esmeralda se apiade del maltratado Quasimodo, su reacción en la historia era de piedad y de lástima, mezclados de miedo, no de amor:
¡ésa escena en que la chica entra en el laboratorio y encuentra al monstruo atado a una especie de cepo como lo estaba el Jorobado en el inmarcesible clásico con Lon Chaney!
. Aquí no, aquí se miran dos minutos a los ojos ¡y, hala, enamorados para toda la vida! No hay ningún camino que recorrer, no hay obstáculos -de índole espiritual, los más insalvables-, que salvar. Poco tiene que hacer Elisa. No hay bestia que desencantar/domar, no hay hechizo que romper, no hay humanidad que recuperar -o cobrar-. Aquí, simplemente se ha recurrido al mutuo infortunio que hermana dos espíritus sensibles sumidos en la tribulación -tanto Elisa, como sus amigos, como el monstruo, son de uno u otro modo gente rechazada por la sociedad- en la forma de comunión más profunda y estrecha que pueda existir. Lo malo es que tanto Elisa como el bicho de espirituales tienen muy poco. Y a éso hay que añadir que no hay nada en estos dos que en principio los pueda hacer simpáticos. Ella es un personajito bastante insignificante. Y ojo, que es una pena, porque esta Bella tan poco glamourosa era un personaje con bastante potencial. Es esa mujer insignificante pero vital que ansía algo que no sabe muy bien lo que es. Algo que no tiene forma -de ahí, supongo, el título-. Y él -un bicho del que ninguna mujer, por muy muda que fuera, se enamoraría a primera vista-, arranca dedos y devora gatos. Vale que Del Toro ha intentado hacer aquí un laudable intento por invertir los roles tradicionales: la chica es la que roba al monstruo. A la postre, parece que todo se reduce a una historia de chicas raras, que con machos de su misma especie no tienen éxito (¡los únicos hombres del entorno del Elisa son el vecino gay y el
General Zod
que en una escena intenta medio acosarla sexualmente en uno de tantos elementos de la película mal/escasamente desarrollado
!), y a las que les va montárselo con peces en la bañera de casa. El problema es que todo el resto de la historia, por más que Del Toro se intente burlar de ellos, o presentarlos como opuestos a la sociedad, esa sociedad tan aparentemente utópica y perfecta de los 60', pero en el fondo con tantas sombras, es una sucesión de estereotipos. La mujer negra que trabaja de señora de la limpieza, el marido negro que es un perezoso y un guarro, el mariquita gracioso, el macho alfa... Sólo le ha faltado meter un latino para redondear la jugada...
Si Bella y Bestia son planos en esta versión de Del Toro de la historia (que básicamente es en realidad E.T. ambientado en la época de la Guerra Fría, y con más violencia y escenas de folleteo), peor es todavía el villano. El personaje de Michael Shannon no es que sea ya un estereotipo, es que es una caricatura. Caricatura que, sin embargo, cobra un matiz inquietante en estos tiempos con palurdos sentados en los despachos de la Casa Blanca... Si no fuera porque la película se rodó antes de que Trump llegara a la Casa Blanca, diría que Del Toro ha hecho la película con segundas...
Falla lo principal en la historia. Curiosamente, son los aspectos secundarios de la historia los que acaban por interesar o conmover más al espectador. Quizá sean éstos los que rediman, en última instancia, la película. La pintura de la época de la Guerra Fría, en que si no estabas con los buenos, estabas con los malos. La sociedad perfecta de Cadillacs y viviendas en las afueras que escondía discriminaciones absolutamente injustas hacia los negros y brutalidad policial. Todo ello apoyado por una exquisita ambientación y una cuidada fotografía en la que destacan los tonos azules y verdosos, como una especie de
leit-motiv. Las peripecias de los personajes secundarios interesan mucho más al espectador que la aburrida historia de amor o de sexo o de lo que sea de Elisa y el sireno. El amable vecino de Elisa, un maduro y homosexual artista fracasado que sobrevive como puede en el mundo de la publicidad (Richard Jenkins, que me ha parecido, de lejos, de lo mejor de la película, ojalá Del Toro hubiera tratado las historias de Elisa y el sireno con la misma delicadeza y sensibilidad). Su simpática y diviertidísima amiga negra (Octavia Spenser, fabulosa, que roba cada escena en que aparece), una mujer atrapada en un matrimonio desastroso, en el que -paradójicamente- ella y su marido tampoco hablan -como no lo hacen Elisa y su particular novio- pero están peleados todo el tiempo. El espía ruso infiltrado, que no quiere matar al monstruo porque su integridad como científico le dice que no debe hacerlo, no debe destruir algo que no comprende pero que podría ser más grande que él. Cuando los secundarios y el fondo tienen motivaciones más sólidas que los protagonistas, o resultan más interesantes, apaga y vámonos. Encima es larga. Encima se hace pesada. Encima hay un montón de personajes y situaciones de relleno (básicamente, el general y todo el tema de la familia del personaje de Michael Shannon, que no se sabe muy bien por qué lo ha puesto porque no aportan gran cosa).
Dicen que tiene trece nominaciones a los Oscar. Creo que lo puede petar en apartados técnicos. Quizá también en fotografía, dirección artística y música. En lo demás, como que no.