Qué sé yo, me tomo la noticia con reservas. Dejando a un lado a Arnold, el primer Conan fue curioso porque el director estaba lleno de energía (y cierta locura), porque enlazó un guión episódico, repleto de anécdotas y lagunas entre ellas, como si contara un relato mítico.

Hoy día, cuando todo se sobreexplica como si se hicieran películas para niños de cinco años y todo está hilado en función del espectáculo y del ritmo que marcan los efectos digitales (diálogo-explosión 3D-diálogo-explosión 3D), me parece que un Conan como el primero es algo anacrónico e imposible. Las secuelas pueden ser películas de diseño.