Todos sabemos que es un efecto especial ineludible en el cine fantástico (y no tan fantástico). Así se ha conseguido que, sin manipulación química, veamos seres gigantescos, proporciones desmesuradas, despachos enormes que no lo eran tanto, etc.
Pues bien, todo viene de lejos, y de la arquitectura propiamente dicha. En la Galería Spada de Roma, he tenido la oportunidad de recrearme con una broma arquitectónica genial del gran enemigo de Bernini: Borromini. Se trata de un pasillo con columnas, con un jardín y estatua al fondo. Véanla con una visitante:
Haciendo cálculos según el punto de fuga de la perspectiva cónica central, es trayecto hasta la escultura es de unos 37 metros. Fijaos en la estatura de la dama en comparación con la altura del primer arco. Yo estuve colocado igual que ella y lo vi todo con meridiana claridad.
Ahora bien, Borromini jugó con malicia y gran sentido del humor, y cuando la chica vigilante se metió en la galería a instancias mías, se vio como la mujer que está dentro (lo siento, me prohibieron las fotos):
Borromini hizo que el suelo ascendiera, el techo descendiera y los laterales se estrecharan, creando una falsa perspectiva real. El camino hasta la estatua es de unos nueve metros. ¡La de veces que el cine ha echado manos a esta argucia! La estatua del fondo, que parece ser enorme (mucho más alta que nosotros) ¡mide unos ochenta centímetros en realidad!
Decididamente, todo (o casi todo) proviene de lejos...
Un pelín de historia del arte no viene mal, ¿no? Más si ha influido tanto en el cine.