La revolución silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer, Lars Kraume, 2018)

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Me resulta curioso que, una semana después de haber hecho la crítica de "Mary Shelley", me encuentre ante esta notabilísima película alemana que cierra el círculo de ese tempestuoso río de ideas que nació entre el final de la ilustración y el comienzo del Romanticismo y el Neoclasicismo. Y no fue un río de aguas cristalinas, pues en sus entrañas corría un fuego interior, palpitante en cada una de sus líneas, que no pudieron más que desembocar en ese mar negro y rojo de furia que fue el siglo XX. El misticismo de las ideas, la conversión o muerte, no podía más que concluir en una Europa de campos de concentración, de genocidios y mentalidades totalitarias. Todo o nada. Elegir entre vivir sintiendo el frío sudor de un arma en tu sien o morir hacinado y despedazado en una fosa común.
Alemania vivió su propio infierno y su propio cielo. Cuna de algunos de los mayores logros que haya alcanzado el espíritu humano, sucumbió presa de sus propios demonios interiores que le conminaban a una destrucción purificadora. Pero no purificó nada; al contrario, creó un cementerio de ruinas humeantes y de cadáveres putrefactos y, sobre ellos, se construyó un territorio desgarrado y mutilado, dividido ahora por las nuevas formas que enfrentaban la razón y la fe. Fe política, claro está.
Y en ese asfixiante mundo se desarrolla esta nueva revolución. No es una revolución realmente. No dejaba de ser una chiquillada, casi una anécdota en aquel turbulento mundo. Pero, como bien sentencia el anciano que ampara a los jóvenes, un estado totalitario no entiende de sutilezas. Ahora ellos se habían convertido en enemigos del Estado. Con mayúsculas. Estado que controla, adoctrina, vigila, castiga y, si es necesario, mata. A Godwin le hubiese repugnado, pero Marx es su discípulo moral. Burlas del destino.

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Algunos de los padres presumen de su lucha contra los nacionalistas socialistas, pero ejercen como tales. No en vano comparten su apellido político. Hasta se mimetizan en colores y uniformes: grises, negros, azules. ¡Qué mejor expresión gráfica de ese frío moral que esa nevada en el patio del colegio donde humillan públicamente al líder de la rebelión! Todo con el Estado, nada fuera del Estado.
La tensión está muy bien dosificada, como la tortura psicológica a la que se ven sometidos los adolescentes. Acorralados, divididos, meros aprendices de una vida que apenas conocen y herederos de unos odios que apenas comprenden, se enfrentan a un proceso brutal de maduración emocional y mental que les llevarán a una espiral de autodestrucción.
No creo que me haya emocionado en mucho tiempo tanto como en esa desgarradora escena de la iglesia, con un arma humeante en manos de un adolescente acorralado. Cadáveres mal enterrados, pasiones juveniles y la verdad que rezuma hasta apestar. Puro siglo XX.
Nada termina bien porque nada terminó bien en aquella historia, que aún es la historia actual de Alemania. Bajo sus calles empedradas corren ríos subterráneos que, silenciosos, murmullan las voces de los muertos por el fanatismo, de familias divididas, de madres abrazadas, abrazos de lágrimas, a hijos que nunca volverán a ver. Si se quedan, ya no serán nadie; si huyen, apenas niños, todos lo pagarán. Un padre firmando su sentencia de muerte civil. Esa es la escena de la estación del tren.

Luego llegará la Stasi y "La vida de los otros". Ese es otro capítulo. Pero, mientras tanto, algunas personas dijeron que no y pagaron caro su atrevimiento. De nuevo, los retos de la libertad. Mary Shelley lo comprendería.

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Pues nada, aprovechando la jubilosa ocasión de que dos foreros hayan agradecido mi crítica, inserto el tráiler y recuerdo que esta humilde película tiene más calidad, intensidad y estilo que la mayoría de naderías que pueblan la cartelera actual.
Lo malo es que supongo que no muchos cines de España están proyectándola, pero si tienen la ocasión, véanla. No tendrán mucho tiempo de aburrirse.

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Una película muy valiosa. Historia de juventud, disconformidad, valores fanáticos heredados que se tambalean, amistad, traición y, por encima de todo, una historia sobre el riesgo de la disidencia.

Esta sí es una película arriesgada y que merecía la pena ser contada. Todas las subtramas, de víctimas, soplones y verdugos, están narradas perfectamente consiguiendo que las vivas con la emoción a flor de piel.

Para mí es de obligado visionado. Se escapa de las historias maniqueas transitadas y repetidas hasta el aburrimiento.

El reparto cumple tan bien, la dirección es tan adecuada y la historia da tanto para reflexionar que nadie debería perdérsela.

Es mucho más que una película histórica.

Vista esta tarde, la película me ha emocionado muchísimo. Como se ha dicho, me parece un film valioso, muy logrado, valiente, sencillo en sus formas pero rico en todo lo que nos cuenta y me está haciendo meditar.

Sobre todo destacaría el nivel creciente de emotividad que presenta la historia, porque sí, la historia que cuenta es muy dura (aunque croe que nunca se regodea en esa dureza o violencia) pero esa historia está llena de emociones que terminan provocando escenas duras, pero llenas de sentimiento. Raccord ha mencionado la sobrecogedora escena

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de la iglesia, verdadero punto de ruptura en la vida de uno de los protagonistas, pero también está la despedida de una madre a su hijo que luego termina siendo la despedida/suicidio político de un padre.

Otro elemento que destacaría es la riqueza de ideas que presenta el film como la diferencia que se puede dar ente las creencias políticas individuales, la idea que se tiene de las mismas y su plasmación practica, con la creación de un estado político. La lucha de dicho Estado contra sus disidentes, sus enemigos y el uso de la información que se hace para conseguir la derrota de éstos. Todo esto en un momento histórico donde sigue muy presente la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, se inicia la crítica (secreta) a los excesos stalinistas y, a la vez se cortan de raíz los movimientos revolucionarios que se dan en los estados de la Europa de este. Momento donde paradojícamente, y como se ha comentado, los regímenes tiene una tendencia a mimetizarse, el Estado para su mantenimiento parece que suele tender a soluciones parecidas. Como se ha mencionado luego, tenemos otro gran capítulo de esta historia en La vida de los otros y una coda en Good Bye Lenin!

Por tanto, la temática me ha parecido muy interesante y muy bien planteada. Además creo que formalmente se plasma muy bien la historia. Creo que Lars Kraumer cuenta todo de manera sencilla pero muy eficaz, con una cámara que en muchas escena parece otro personaje, por esa manera de "mirar"/enfocar a los personajes cuando hablan o reaccionan ante lo dicho y por mostrar el aula desde ese punto de vista y que podamos ver así lo claustrofóbica que puede llegar a parecer. Por otro lado también me ha gustado que la cámara se limite a hacer plano fijos de los personajes en algunos momentos de tensión, donde vemos sus reacciones ante

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la voz en off de la interrogadora.

En definitiva, para mí ha sido un gran descubrimiento el de este film, que desde ya tengo que hermanar con La vida de los otros.