La vida de Jesucristo, de Dreyer. Fue su deseo hacerla durante toda su vida, y nunca pudo.

El corazón de las tinieblas, de Orson Welles (los proyectos no realizados de Welles darían para un hilo completo).

El Napoleón, de Kubrick. Otro tanto de lo mismo. Hubiera podido ser la película más cara de la historia.