Vista con cierta prevención
Soñadores (The Dreamers), de Bernardo Bertolucci. Tengo la impresión que Bertolucci es un director muy sobrevalorado, que tuvo su momento en los años 70, con obras transgresoras en su tiempo, como
El último tango en París o
La luna, o con un fresco histórico marcadamente ideologizado con el concurso de actores de primera línea, como
Novecento, prematuramente envejecido y que aquí tuvo su momento de gloria por razones comprensibles durante la llamada Transición. Después, salvo el éxito indiscutible (y a mi modo de ver excesivo) de
El último emperador, no creo que volviera a dar en la diana.
Soñadores es una película sobre los juegos sexuales que se establecen entre tres jóvenes en el París del mayo del 68: una pareja de hermanos gemelos (Louis Garrel y Eva Green), hijos de padre escritor, aparentemente contestatarios y liberados, pero bastante menos en la realidad; y un joven estudiante norteamericano (Michael Pitt, con esa expresión suya tan propia, entre bobalicona y “mira que soy guapo e interesante”), atraído por los juegos prohibidos de sus amiguitos parisinos. Quizá si Bertolucci hubiera realizado este film durante los 70, cuando nos ofreció la cruda relación sexual entre un hombre maduro (Brando), desesperado por el suicidio de su mujer, y una joven un tanto inconsistente y desorientada (la Schneider), recluidos en una especie de
huis clos donde satisfacer la pulsión erótica (y de muerte; aquello tan de la época de Eros y Tanatos), o cuando buceaba en las tortuosas relaciones entre una madre y su hijo adolescente, con las drogas y el incesto por medio (en
La luna), el resultado de
Soñadores hubiera sido más o menos coherente con la época. Vista ahora me parece un film patético, por momentos ridículo (¡ese exhibicionismo sangriento cuando la Green pierde su virginidad o la paja ante el retrato de Marlene Dietrich!).
Como detalle para cinéfilos, la película arranca con las protestas por la destitución de Henri Langlois como director de la Cinémathèque (se incluyen imágenes de archivo donde podemos ver entre otros a François Truffaut o Jean-Pierre Léaud, que también aparece en la ficción arengando a los manifestantes a favor de Langlois). Además, como los tres protagonistas son unos cinéfilos se supone que apasionados, a lo largo del film se ilustran algunos de sus diálogos o situaciones con imágenes de películas clásicas (desde
La venus rubia, de Sternberg, a
Scarface, de Hawks). Hay una discusión, ya tópica, sobre si es mejor Chaplin o Keaton, y profusión de carteles y todo tipo de referencias cinéfilas.