Bestias de la ciudad (The Garment Jungle) es un atractivo
noir centrado en el mundo de la industria textil neoyorquina (esa “garment jungle” del título original) que presenta un problema a la hora de hablar del director, ya que Robert Aldrich empezó el rodaje de la película, producida por la Columbia, pero fue despedido antes de acabarla y substituido por
Vincent Sherman, que es el único nombre acreditado. Se especula que Harry Cohn, el jefe de la productora, lo despidió en represalia de la imagen que se daba de un productor de cine en
The Big Knife, un film anterior de Aldrich, con el cual al parecer se podía comparar (son bien conocidos los enfrentamientos entre Cohn y Capra, por ejemplo). También se dice que
Bestias de la ciudad estaba quedando demasiado violenta, algo habitual en el cine de Aldrich, y se quiso suavizar.
¿De qué va el film? Pues del papel positivo (algo curioso en una compañía tan conservadora como Columbia… y en 1957) de los sindicatos de trabajadores del sector textil y de los recursos violentos y delictivos a los que recurre un empresario (Lee J.Cobb, magnífico como casi siempre),
ejemplo clásico de
self made man, para mantener a sus trabajadores sin sindicar. El que tirará de la manta es su propio hijo (interpretado por un anodino Kerwin Mathews), acabado de llegar de Europa, donde ha prestado servicio militar, y que con su implicación redimirá la empresa familiar.
La película se beneficia de un reparto repleto de excelentes secundarios: Robert Loggia (el sindicalista puro e idealista, que pagará con su vida su intento de sindicar a los trabajadores de la empresa), Richard Boone (el mafioso que dirige la “seguridad” de la empresa),
Adam Williams y Wesley Addy (dos de sus secuaces), Harold J.Stone (el fiel capataz), o Joseph Wiseman y Willis Bouchey entre los sindicalistas; nombres algunos que quizá no nos suenan, pero cuyos rostros nos han acompañado en infinidad de films.
En cambio, el film flojea en las interpretaciones femeninas: la malograda Gia Scala (la mujer de Loggia, una temperamental italiana),
y Valerie French (industrial de la moda y amiga de Cobb). La película tiene su fuerte en aquellos elementos que son fáciles de asimilar al cine de Aldrich: las explosiones de violencia, secas y contundentes; la aceleración de algunos momentos de tensión; lo crudo del lenguaje; etc. Pero muestra sus debilidades en las secuencias donde predomina el diálogo y la relación entre los personajes, en especial, entre el hijo y la mujer de Loggia, o el padre y el personaje de Valerie French, no sé si porque pertenecen a las posibles secuencia rodadas de nuevo por Sherman, porque los diálogos en esta fase del film no estaban bien engrasados (guion de Harry Kleiner, también en labores de productor) o por las ya apuntadas limitaciones actorales del protagonista masculino y de las dos femeninas.
Con todo, un film atractivo, que se deja ver, y que engrosa esa nómina que parece inacabable de films
noirs rodados en Hollywood en los 40 y 50 (género que cada vez me gusta más).