El primer libro que me impresionó fue El Mono Imitamonos de Consuelo Armijo. Luego Quisicosas de Pilar Mateos. Después La Poesía no es un Cuento de Gloria Fuertes. Posteriormente ¡Qué viene el perro! de Christine Nöstlinger... Y voy por cuando tenía cinco años. Si queréis sigo.

Si se habla de impresionar, sin duda los primeros libros de mi vida. Descubrir la narrativa, la poesía. Es un delicioso trauma infantil que nunca se me quitará -y que siga, que siga-.

Ahora, hay uno en especial que me marcó cuando tenía ocho años: Misión en la II Guerra Mundial, de Susan Nanus y Marc Kornblatt. Pertenecía a la colección La Máquina del Tiempo, aquellos libros interactivos tan geniales que te hacían saltar de página a página y te ofrecía diversas rutas -y finales- para terminar la misión encomendada. No ya era el hecho de encontrarme con una narración -falsamente- salteada, sino el tema a tratar: te encontrabas en el Gueto de Varsovia y fue mi primer contacto con los horrores de la guerra. Hace muchísimo que no lo leo, pero guardo un recuerdo tan amargo y, a la vez, enorme que supongo me decepcionaría. O no. Pienso recuperarlo.