Si Ford no es el cineasta más visual de la historia, cerca le anda. Posee una iconografía propia y absolutamente reconocible; Ford es como el Bach del cine, rodaba cine mudo (aunque pareciese sonoro) cuando ya nadie lo hacía y lo llevó hasta sus últimas cosecuencias y donde casi nadie lo había llevado antes.

La mayor característica de Ford no era contar historias, sino retratar el alma de sus personajes, hasta del más secundario, y hacer también retratos corales que evocaban un estado de ánimo o una sensación, casi siempre agridulce y melancólica.

Veamos por ejemplo como Ford retrata la sensación de derrota sin apenas decir una palabra en El último hurra: el veterano político democrata interpretado por Spencer Tracy ha perdido las elecciones en su ciudad frente a los oportunistas republicanos. Cuando abandona la sede de su partido y transita las calle, al fondo se ve un grupo de votantes republicanos que celebran la victoria con cantos y pancartas, caminando al fondo como una continua marea humana; Spencer Tracy queda como una figura pequeña y aislada en primer plano, caminando en sentido contrario al resto de los personajes de la secuencia... y sobran las palabras.

Es curioso por ejemplo la habitual presencia de las puertas y las vallas en las pelis de Ford; atravesar el umbral de la puerta de una casa familiar suele representar la aceptación de formar parte de dicha familia, por eso el desarraigo de Ethan Edwards es tan patente al final de Centauros del desierto: mientras todos se introducen en el interior de la casa, él se queda fuera voluntariamente, porque no sabe (ni sabrá nunca) cual es su lugar.

El abandono y el recuerdo de tiempos mejores también es una constante en su cine: en Las uvas de la ira, cuando Ma Joad entra en su casucha para recoger sus cosas ante su inminente éxodo, saca unos pendientes que tenía cuidadosamente guardados. En un plano de una emotividad sublime se refleja en el espejo y se los prueba, pero la expresión de su rostro lo dice todo: ya no es una jovencita recien casada, aquello fue hace mucho tiempo...

En la misma película, vemos un ejemplo perfecto de como sugerir un estado de desamparo con tan solo una imagen: los Joad llegan a bordo de su camioneta a un ansiado campamento donde supuestamente les espera un trabajo. Durante un largo travelling en visión subjetiva, la camioneta entra en un campamento lleno de gente empobrecida, mal vestida y triste, familias enteras sometidas a la tiranía y la necesidad. La secuencia tiene un aire naturalista, casi documental, y vale más que mil discursos.

Cada película de Ford está plagada de este tipo de sugerencias e historias silenciosas, tanto que, si uno baja el volumen de la tele mientras las ve, el significado sigue intacto; el mismo decía que cuando recibía los guiones se cargaba páginas enteras de diálogo para sustituirlas por imágenes porque no le gustaba que en sus películas se hablase demasiado...

:ipon