Una película estupenda, como todas las de su autor, aunque no sé cómo encajaría a día de hoy entre las audiencias "modernas" (aunque posiblemente mejor que otros clásicos, puesto que su estructura en la que los personajes van adheriéndose a la causa ha sido archi-imitada).
SIETE SAMURÁIS, LOS (SICHININ NO SAMURAI, AKIRA KUROSAWA, 1954): Quinto de los once trabajos que realizara Asakazu Nakai junto a Akira Kurosawa, en una película enormemente influyente acerca de un grupo de samuráis que se une para defender a un pueblo de campesinos del ataque de unos bandidos que amenazan su supervivencia. Rodada en blanco y negro en formato 1.37:1, “Los Siete Samuráis” cuenta con la tradicional puesta en escena de Kurosawa, aunando un ritmo lento a la par que poético y sobre todo un gran interés por la técnica que se manifiesta en un prodigioso uso de los teleobjetivos en casi toda circunstancia (incluyendo los interiores, filmándolos en decorados desde una gran distancia) y además con una gran profundidad de campo, lo que se logra –puesto que los teleobjetivos y la profundidad de campo normalmente se autoexcluyen- mediante el empleo de enormes cantidades de luz para cerrar el diafragma de los objetivos hasta (al menos) f/16 en gran parte de las escenas. Con esta técnica lo que consigue Kurosawa es perspectiva aplanada y comprimida de los teleobjetivos, pero con la profundidad de campo propia de los objetivos grandes angulares, y la usa de manera increíblemente brillante para realizar composiciones de imagen en las que aparecen simultáneamente hasta diez personajes en pantalla –y gracias a su cuidadísima disposición- sin que ninguno solape a otro ni siquiera cuando se producen movimientos de cámara. Debido a estas elecciones, el estilo es a veces muy recargado y teatral –aunque no sólo en cuanto a la luz, puesto que todo el film está dirigido e interpretado en la misma línea-, lo que no impide la coreografía de numerosas escenas de acción con abundantes y nerviosos movimientos de cámara e incluso la utilización de la cámara lenta y sobre todo del humo y de la lluvia en los exteriores para crear atmósferas. Se trata en definitiva del clásico trabajo de su autor, tremendamente bien realizado y con un estilo tan sumamente brillante como coherente en todo su desarrollo. Remake: “Los Siete Magníficos” (John Sturges, 1960).