Siguiendo las revisiones de los grandes maestros italianos, y después de Michelangelo Antonioni (ferrarense) y de Federico Fellini (de Rimini, pero ligado cinematográficamente a Roma, y en particular a Cinecittà), nos proponemos ahora revisar la filmografía del milanés Luchino Visconti, el mayor de los tres.

Luchino Visconti di Modrone (Milán, 1906 – Roma, 1976) nació en el seno de una familia aristocrática de rancio abolengo, los Visconti di Modrone. La familia de los Visconti se remonta a la Edad Media. Gobernaron el Ducado de Milán de 1277 a 1447. Ejemplo de su antigüedad, su escudo familiar muestra una víbora devorando un sarraceno.



Luchino, cuarto hijo de siete hermanos, pertenecía a la rama de los Visconti di Modrone, que detentaban el título del Ducado de Modrone. Tuvieron una presencia activa en la vida milanesa durante los siglos XIX y XX, por ejemplo, como miembros de la dirección de la ópera de la Scala. Es el caso del padre de Luchino, Giuseppe, que también creó una línea de cosméticos. Su madre, Carla Erba, procedía de la burguesía industrial milanesa, dedicada a la fabricación de productos farmacéuticos. O sea que Visconti reunía las dos condiciones básicas para el éxito social: linaje y fortuna. Además, gozó de una extraordinaria formación cultural: todos los Visconti eran grandes aficionados a la música, también Carla, que tocaba el piano, y frecuentaban su círculo artistas de la talla de Verdi, Puccini o Toscanini. También solían organizar frecuentemente representaciones teatrales en sus palacios. A pesar de ello, Visconti fue un mal estudiante, que no completó sus estudios, pero que declaró su pasión por la literatura francesa, en especial Proust, Stendhal o Balzac.

El contraste con Fellini es enorme. Recordemos que Federico era un provinciano, hijo de la pequeña burguesía (su padre comerciaba con quesos y embutidos), no tenía escudo de armas . Si la formación de Visconti pertenece a la alta cultura y se codea con los grandes nombres del momento, Fellini inicia su actividad creativa en revistas humorísticas. No obstante, parece que había algo que les unía, además de su oficio, la superstición y el interés por la astrología.

Podríamos decir que con Visconti la aristocracia entra en los platós. Pero su vínculo con el cine todavía tardaría bastante en establecerse. A pesar de que Visconti tenía una gran afición por el séptimo arte como espectador, ya desde su tierna adolescencia, su vida transitaría en sus años de juventud por otros caminos. Así, entró en el ejército, en una escuela de caballería, experiencia que le impulsaría a dedicarse durante algunos años a la cría y adiestramiento de caballos. En esa época establece una relación amistosa con Humberto de Saboya, heredero de la corona (que llegó a ser, años después, el último monarca italiano, reinando solo 33 días), mientras su padre se trasladaba a Roma como instructor de la reina.

De este breve esbozo biográfico se desprende, como iremos comprobando a lo largo de esta revisión, que la tendencia viscontiniana a retratar familias aristocráticas o de la alta burguesía en proceso de desintegración, en decadencia, bebía sin duda de su propia experiencia familiar, que hablaba con conocimiento de causa de los ambientes que describía en sus films.

Durante una larga estancia en París, donde entró en contacto con personalidades del mundo de la cultura como Diaghilev, Cocteau, Kurt Weill o Coco Chanel, iniciará su carrera cinematográfica de la mano de Jean Renoir, colaborando en films del director francés como Toni o Une partie de campagne, en calidad de ayudante de dirección, no acreditado. También con Renoir volverá a Italia para la filmación de la versión cinematográfica de la ópera “Tosca”, de Puccini, de nuevo en tareas de ayudante de dirección, pero el estallido de la II Guerra Mundial provocó el abandono del proyecto por parte del director francés, finalizando el rodaje de Tosca el alemán Carl Koch.

El siguiente eslabón en la carrera de Visconti será ya su debut como director, a la avanzada edad de 36 años, con Ossessione (1943), adaptación no acreditada como tal de la novela de James M. Cain “The Postman Always Rings Twice”. Con ella empezará nuestra revisión, con el programa siguiente:

Obsesión (Ossessione, 1943)
La tierra tiembla (La terra trema, 1948)
Bellísima (Bellissima, 1951)
Nosotras las mujeres (Siamo donne, episodio "Anna Magnani", 1953)
Senso (Senso, 1954)
Noches blancas (Le notti bianche, 1957)
Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli, 1960)
Boccaccio '70 (Boccaccio’70, episodio "Il lavoro", 1962)
El gatopardo (Il gattopardo, 1963)
Sandra (Vaghe stelle dell'Orsa..., 1965)
Las brujas (Le streghe, episodio "La strega bruciata viva", 1967)
El extranjero (Lo straniero, 1967)
La caída de los dioses (La caduta degli dei, 1969)
Muerte en Venecia (Morte a Venezia, 1971)
Luis II de Baviera, el rey loco (Ludwig, 1973)
Confidencias (Gruppo di famiglia in un interno, 1974)
El inocente (L'innocente, 1976)

O sea, un programa compuesto por 14 largometrajes (algunos realmente de largo metraje) y 3 episodios integrados en films colectivos. En principio, todo se ha editado en DVD/BD en nuestro mercado, salvo, que yo sepa, el film Siamo donne (el segmento dedicado a la Magnani que se puede encontrar en Internet) y Lo straniero, también disponible en YouTube. Quedan, en principio, fuera de esta revisión su participación en un film colectivo de carácter documental, Giorni di gloria (1945), sobre la ocupación de Italia por los alemanes y la lucha de la resistencia; un par de cortometrajes (Appunti su un fatto di cronaca y Alla ricerca di Tadzio) y la grabación para la televisión de su montaje teatral de la obra de dramaturgo isabelino John Ford “'Tis Pity She's a Whore”, Dommage qu'elle soit une putain, con Alain Delon y Romy Schneider. En todo caso, podrían añadirse como “bonus tracks” si hay ocasión de encontrar copias visibles.

Una rápida ojeada a los títulos ya pone de manifiesto que el cine de Visconti tiene una relación intensa con la literatura. Así, nos encontramos con adaptaciones de:

- James M. Cain: Ossessione.
- Giovanni Verga: La terra trema.
- Camillo Boito: Senso.
- Fiódor Dostoyevski: Le notti bianche.
- Guy du Maupassant: “Il lavoro”.
- Giuseppe Tomasi di Lampedusa: Il gattopardo.
- Albert Camus: Lo straniero.
- Thomas Mann: Morte a Venezia.
- Gabriele D’Annunzio: L’innocente.

Y a esa lista impresionante, se deberían haber añadido dos obras que Visconti quiso adaptar a lo largo de su vida, sin conseguirlo: “À la recherche du temps perdu”, de Marcel Proust, y “Der Zauberberg”, de Thomas Mann.

Junto a este catálogo literario, digno de un canon de la novelística del siglo XX, hay que tener presente que, durante las décadas en que se dedicó al cine, Visconti desarrolló una intensa labor como director de teatro y de ópera. Entre sus montajes teatrales podemos citar varias obras de Tennessee Williams (“El zoo de cristal”, “Un tranvía llamado Deseo”), de Arthur Miller (“Muerte de un viajante”, “Las brujas de Salem”, “Panorama desde el puente”), de Shakespeare, de Chejov, o clásicos como “Medea” de Eurípides. En el ámbito operístico, dirigió numerosas obras, en especial en el marco de la Scala de Milán (pero también en algunos de los mejores teatros de ópera del mundo), entre ellas alguna con Maria Callas, como por ejemplo “La traviata”, de Verdi. Asimismo, dirigió varios ballets, uno de ellos basado en la novela de Thomas Mann “Mario und der Zauberer”.

Todo ello, su amplio conocimiento del mundo de la aristocracia y la alta burguesía; sus adaptaciones literarias; sus profundos conocimientos musicales y operísticos; generan un riesgo a la hora de analizar sus películas: el de quedar sepultado por las referencias culturales. No hay duda que Visconti es uno de los directores más “cultos” de la historia del cine. A lo cual, paradójicamente, por el distanciamiento cultural y de clase que supone, habría que añadir un posicionamiento político claramente comprometido dentro de las filas del comunismo italiano, hasta el punto de ser conocido como “il conte rosso”.

Y para acabar de ligar una salsa que hace que esta revisión sea tremendamente sugerente, no olvidemos la manifiesta homosexualidad de Luchino en tiempos en que no era fácil mostrarse como tal, o mejor quizá su bisexualidad, puesto que también se le conocen algunas relaciones amorosas con mujeres. Entre sus amantes destacan colaboradores suyos, como Helmut Berger y Franco Zeffirelli, e incluso según algunas fuentes el mismísimo Humberto de Saboya.

Espero que os animéis a acompañarnos a Alex Fletcher y a mí en esta apasionante revisión. Aunque estamos un poco cargados de trabajo cinéfilo, con las revisiones en marcha de Fritz Lang y Alexander Mackendrick, espero poder mantener una frecuencia semanal, siguiendo la mecánica habitual, empezando cada ronda con mi comentario, habitualmente hacia finales de semana. Para que todo aquel que le interese seguirnos pueda localizar copias de las películas a visionar, dejo el primer comentario para finales de la semana que viene.

¡Qué se alce el telón!, que, tratándose de un Visconti, no puede ser otro que este: