“El cartero siempre llama dos veces” (“The Postman Always Rings Twice”, 1934), de James M. Cain
Vs.
Obsesión (Ossessione, 1943), de Luchino Visconti
He leído la traducción al castellano (diría que hecha en Argentina o en todo caso en Latinoamérica, por algunas expresiones que se usan) publicada por El País hace unos años. Lo primero que contrasta con el film de Visconti es que está narrada en primera persona por el protagonista, el vagabundo Frank Chambers. Al final del texto, sabremos que lo que cuenta lo hace desde la prisión, a la espera de su ejecución.
El inicio es similar al film. Chambers deambula por el país, a bordo de trenes y camiones. Llega al restaurante “Los Robles Gemelos”, que regenta el griego Nick Papadakis, situado a unos 30 km de Los Angeles. Allí experimenta una atracción irresistible por la mujer del viejo propietario, Cora Smith. Nos la describe de la siguiente manera: “salvo su cuerpo, en verdad, no era ninguna belleza arrebatadora, pero tenía una mirada hosca y los labios salidos de un modo que me dieron ganas de aplastárselos con los míos”. Esta Cora, de cabellos negros, me parece más cercana a la Calamai, e incluso a Jessica Lange, que a Lana Turner.
Como en el film, Nick tiene tendencia a cantar, y es un tipo afable y comunicativo. A semejanza del Giuseppe de Visconti, es un tipo grasiento “y apesta”, que asquea a Cora. La mujer trabajaba en un café cuando conoció a Nick. En él vio una forma de huir de una vida miserable, a la que había caído cuando llegó a Los Angeles, procedente de Des Moines (Iowa), a la búsqueda de una oportunidad en Hollywood, uno de tantas mujeres deslumbradas por la luz artificial de la capital del cine, y caídas en una vida de miseria y degradación.
De inmediato, inician una relación de amantes y pasan a planear el asesinato de Nick. El primer intento se ve frustrado por un apagón de luz provocado por un gato (primera ironía del destino). Como en el film, con Nick convaleciente, hay un primer intento de fugarse juntos, pero Cora se echa atrás. Más adelante, Nick, ya recuperado, se encontrará a Frank y retornaran juntos al restaurante.
En la novela, los preparativos de la muerte de Nick y la forma en que llevan a cabo el asesinato están claramente descritos, Cain no recurre a la elipsis de Visconti. También aquí hay una póliza de vida, de 10.000 dólares, que pone el foco sobre la mujer y su supuesto amante.
Detenidos y llevados a juicio, hace su aparición un abogado llamado Katz (en alemán, “gato” es “Katze”, nueva ironía del destino), que mediante una algo confusa maniobra con las compañías aseguradoras consigue que salgan libres de cargos y con los 10.000 dólares en el bolsillo.
La pareja tira adelante el negocio del restaurante con éxito, pero Frank no puede sacarse de la cabeza la muerte de Nick. Durante un ausencia de Cora, que ha ido a visitar a su madre, Frank conoce a una muchacha, Madge, que se dedica a cazar y vender… grandes felinos: “miau”. Pero, aunque ella le propone irse de cacería a Nicaragua, Frank regresa con Cora.
A la vuelta de Cora de Iowa, se presenta Kennedy, un detective que trabajó con Katz, con la intención de chantajearlos, ya que está en posesión de una declaración de Cora contando toda la verdad, algo a lo que recurrió en su momento el abogado Katz como parte de su astuto plan. Pero Frank, como si de un detective en el más puro estilo hard boiled se tratase, se deshace de Kennedy y sus matones.
Pero justo en ese momento, Madge se cruza en su camino de nuevo, enviando a Frank un cachorro de puma como regalo. Despechada y celosa al descubrir la infidelidad de Frank, Cora le amenaza con ir al fiscal. Pero su embarazo los lleva al matrimonio. Después de la ceremonia, van a la playa a nadar, donde Cora se siente indispuesta. Rápidamente, Frank la lleva al hospital, pero durante el trayecto, al intentar adelantar por la derecha a un camión que frena su marcha, sufren un accidente que ocasiona la muerte de Cora.
Cuando Frank recupera el conocimiento oye algo espantoso: “Era como si la lluvia cayera sobre una chapa de cinc, pero no era aquello. Era la sangre de Cora que goteaba sobre el capot, a donde su cuerpo había ido a parar después de atravesar el parabrisas. Se oían sonar muchas bocinas y la gente venía corriendo a auxiliarla. La levanté e intenté contener la sangre, mientras le hablaba y lloraba, y la cubría de besos. Pero aquellos besos no llegaron. Estaba muerta”.
En las últimas páginas, Frank nos cuenta sucintamente el final de la historia. El juicio, en que fue condenado sin que Katz, que vuelve a hacer su aparición en escena, pueda evitarlo (eso sí, de paso, se embolsa todo el dinero, los 10.000 dólares de la póliza incluidos, y todas las propiedades). El jurado solo necesitó cinco minutos de deliberación, y el juez dijo “que me tendría la misma clemencia que podría concederle a un perro rabioso”. Frank, mientras espera en capilla que llegue el momento de la ejecución, escribe el relato, y se despide con una frase en que apela a nosotros, lectores: “Si habéis llegado hasta aquí, elevad una [oración] por mí y por Cora, para que estemos juntos, sea dónde sea”. El círculo del destino se cierra.
El estilo de Cain es seco y descarnado, cortante. Su visión del drama es fatalista, como si el destino se cerniera sin piedad sobre los dos amantes. Creo que Visconti sabe recoger la esencia en su film, la mezcla de pasión y crítica social que destila la novela. Las diferencias más notables son el estilo narrativo, puesto que Cain recurre a la primera persona, y la presencia del personaje de “lo Spagnolo”, que dota de mayor ambigüedad sexual al film de Visconti. Por otra parte, me parece más redondo el personaje de Anita que el de Madge, que resulta un tanto excéntrico, con sus pumas y jaguares (aunque refuerzan ese simbolismo del destino en forma de felino). En la película se evita la complicada trama del juicio y el chantaje, introduciendo en cambio más presencia de la policía.
En conjunto, me parece una magnífica novela. De Cain también recomiendo vivamente “Mildred Pierce” (1941), adaptada para el cine por Michael Curtiz (Mildred Pierce, 1945), con Joan Crawford, y por Todd Haynes en forma de serie televisiva (Mildred Pierce, 2011), con una espléndida Kate Winslet. En cuanto a “The Postman Always Rings Twice”, sería interesante ver, después del magnífico film de Visconti, los de Garnett y Raphelson. A ver si me animo.