14. Robinson Crusoe (1952/1954)
Robinson Crusoe es, en cierto modo, una rareza en la filmografía de Buñuel. No solo por rodarla en inglés (también lo hará en The Young One), con un actor protagonista irlandés (Dan O’Herlihy, que había sido Macduff en el Macbeth de Welles, y que ya de mayor lo podemos recordar como el Old Man de Robocop), o porque sea un film en color (lo serán todos a partir de Belle de Jour, e incluso antes también La mort en ce jardin) o incluso por adaptar una célebre novela (también pasarán por el filtro buñueliano, entre otras, “Cumbres borrascosas” de Emily Brontë o dos novelas de Benito Pérez Galdos, “Nazarín” y “Tristana”), sino quizá más todavía por ser una película de aventuras con clara vocación internacional.
Se trata de una coproducción mexicano-estadounidense, aunque con el habitual Óscar Dancigers como productor, con guion de Hugo Butler, que según Buñuel “hablaba de corrido en español”, y con un sistema de color bautizado Pathé Color, aunque en realidad se trataba de la película Eastmancolor. Color, por cierto, que, al menos en la copia que he visto (la editada en su momento en DVD por Cameo), es el punto más negativo: colores desvaídos, como si fueran el resultado de una degradación por mal estado de la película. Una nota en imdb advierte de lo siguiente: “The unusual look of the colors was because this film utilized Pathecolor color film stock, an already outdated film format that never really took off outside of Europe. In fact this was one of the last major motion pictures to be shot in Pathecolor”. Tengo la impresión de que hay una confusión entre Pathecolor, que era un sistema de pintado de la película de la época muda, y Pathé Color, que al parecer era una denominación que se refería, en realidad, a la película Eastmancolor. Si alguien puede aclararlo, se agradecerá. En todo caso, ese “look” es ciertamente sumamente insatisfactorio.
Además, y esto es una opinión muy personal, encuentro a faltar aliento aventurero. Veo más a gusto a Buñuel a la hora de introducir algunos detalles creo que ajenos a la novela (aunque la releí hace solo unos pocos años, no recuerdo si los incluye), como, por ejemplo, la ensoñación febril en la que un Robinson enfermo ve a su padre y dialoga con él, o cuando Friday se viste con un vestido de mujer que parece despertar los instintos sexuales del náufrago, aunque los reprime rápidamente. También me parece que es un añadido de Buñuel (o de Butler) la presencia de un gato llamado Sam, que con el tiempo parirá unos cachorros... en ausencia de felino paterno (¿por fecundación divina?). En la novela hay dos gatos y un perro, pero no recuerdo nada relacionado con esa misteriosa descendencia.
Después de una presentación canónica, es decir, una imagen del libro de Dafoe, la voz en off del protagonista (la novela también está narrada en primera persona) nos sitúa rápidamente en el naufragio que va a arrojar a nuestro protagonista a una isla desierta en la costa americana (venezolana en la novela).
Lo que sigue es bien conocido por todos. Primero en solitario (unos 18 años), y después acompañado de su fiel servidor Friday (el mexicano Jaime Fernández, convenientemente oscurecido), al que salva de unos caníbales, Robinson va a sobrevivir al infortunio dando muestras del ingenio de la civilización occidental (británica para más señas), capaz de organizar una vida autosuficiente y, de paso, ser capaz de repeler a los detestables antropófagos y “domesticar” a Friday. Aunque podemos ver en la película un cierto canto a la amistad, es obvio que se trasluce todo un discurso basado en el supremacismo europeo, o, si se prefiere, del hombre blanco. En realidad, Friday acaba cubriendo el vacío de la muerte del perro, Rex (uno de los momentos más tristes y patéticos del film), aunque, eso sí, con un valor añadido: que habla además de mover la cola.
Buñuel aprovecha la película para filmar con cierto espíritu documentalista la fauna de la isla (en realidad, una zona de la costa mexicana del Pacífico), con su especial interés por la entomología (como cuando Robinson habla con unos insectos a los que proporciona una hormiga).
Aproximadamente a la mitad del film, Robinson encuentra una la huella de una pisada humana en la arena. La segunda parte del film va a girar alrededor de la dialéctica entre el amo (Robinson) y el criado (Friday), incluso en una fase inicial podríamos decir que el esclavo (ya que llega a encadenarlo).
Recordemos que cuando Robinson naufraga, su ocupación es comerciar con esclavos africanos. Poco a poco, Robinson va a ganar confianza en Friday hasta el punto de permitirle utilizar las armas.
También le enseña a hablar en inglés e incluso intenta inculcarle ciertos preceptos cristianos, lo que Buñuel, con sorna, refleja en un diálogo sobre Dios y el diablo, en el que Friday replica de manera desarmante a las poco convincentes explicaciones de su amo.
Al final, más que un criado, parece que Robinson lo considera un amigo fiel. Así, no dudará en ofrecerle viajar hasta Inglaterra con él cuando consiguen reducir a un grupo de amotinados que han irrumpido en la isla y rescatar al capitán de la nave que, en agradecimiento, los trasladará a Europa, mientras que los amotinados se quedarán en la isla.
Robinson ha estado la friolera de 28 años, 2 meses y 9 días en la isla. Buñuel cierra el film con un bonito detalle: cuando se alejan de la costa, se oyen los ladridos de Rex.
Buñuel consigue sacar adelante una difícil adaptación con un metraje de solo hora y media (ahora, no bajaría de las dos horas y media). Para ello, tuvo que dedicarle mucho más tiempo al rodaje de lo que era habitual en él: tres meses. Al parecer, uno de los motivos fue la puntillosa labor del veterano Alex Phillips como director de fotografía, un canadiense que, tras su paso por Hollywood, se afincó en México donde dirigió la fotografía de unas doscientas películas... aunque no repitió con Buñuel.
La próxima entrega, ya en la segunda quincena de agosto, será otra adaptación de una obra maestra de la historia de la literatura inglesa, aunque esta vez convenientemente mexicanizada: Abismos de pasión, según la novela de Emily Brontë. Buenas vacaciones, pero cuidado con los naufragios. Por si acaso, mejor incluir un ejemplar de la novela de Defoe en el equipaje.