Llevar a alguien que acaba de perder a un pariente anciano a ver MAGNOLIA... digamos que no es muy buena idea, no.
Yo la acabo de revisar, y no me parece nada sórdida; de hecho, Anderson cuenta su intra-historia del auge y declive del cine porno desde una perspectiva muy romántica que, como todo buen relato romántico, incluye como elemento esencial la tragedia y la pérdida. Y además lo hace con muchísimo humor, hay cantidad de momentos en que te asoma a la boca una sonrisa, cuando no directamente una carcajada. Es una película que se mueve por un equilibrio tonal muy difícil y complejo, como también lo hace MAGNOLIA.