Una crítica que ronda por internet que me parece muy acertada:
"Tras asistir hace unos meses al penoso espectáculo de ver cómo "Piratas del Caribe" vampirizaba alegremente la rica herencia del género de aventuras navales para hacer una sonrojante bobada plagada de tópicos y excesos y aun así convenver al público arrasando en las taquillas de medio mundo, uno podría llegar fácilmente a la conclusión de que sólo la nostalgia por las viejas historias de hazañas navales podría justificar semejante despropósito. Y ese pensamiento rondaba mi mente ayer cuando me acerqué al cine a ver la última película del australiano Peter Weir que adapta a su manera las conocidas novelas del escritor inglés Patrick O´Brian, que a lo largode veinte entregas narró las aventuras de un fiero capitán de barco inglés, Jack Aubrey, y su inseparable compañero, el médico y científico Maturin, a bordo de la nave de guerra Surprise.
"Master and Commander" es respetuosa con esa antigua tradición y el esquema argumental de la película remite a títulos clásicos que están en la mente de todo espectador veterano e incluso a films que poco o nada tienen que ver con el género naval, pues el viejo juego del ratón y el gato que desarrollan el buque francés Acheron y la nave inglesa Surprise que tiene órdenes de apresarla o hundirla puede hacer pensar en determinados momentos en obras como "El diablo sobre ruedas" de Steven Spielberg sobre todo gracias a que el juego que desarrolla la nave inglesa -muy inferior en tamaño, velocidad y potencia de fuego- para sobrevivir, escapar y finalmente invertir los papeles gracias a multitud de imaginativas estrategias y pericias navales nos sitúa en un territorio bastante conocido.
El comienzo de la película en este sentido es arrollador, excelente: un mar en calma, envuelto en perturbadoras brumas y la sombra de una vela que aparece fugazmente en el catalejo del joven oficial de guardia que toca a rebato antecedente a una demoledora y realista secuencia en la que la Acheron coge por sorpresa a la Surprise y y provoca grandes destrozos en la embarcación que sobrevive a duras penas gracias a una conjunción de suerte y habilidad de su capitán. Puede que la comparación sea algo exagerada, pero a su manera esta primera secuencia funciona como la toma de Omaha Beach de "Salvar al soldado Ryan" en cuanto al realismo y a la intensidad del breve combate, cuyas consecuencias se muestran en toda su dura crudeza. Desde ese instante surge con fuerza el retrato de una obsesión, la del capitán encarnado con fuerza y notable convicción por un Russell Crowe ajustado a lo que el personaje demanda de él.
Como un Ahab a la búsqueda de su eterna ballena blanca, Jack Aubrey convierte en una cuestión personal más allá del cumplimiento del deber el cazar a ese buque francés que no sólo es más poderoso que la Surprise sino que además tiene la molesta tendencia de aparecer por sorpresa cuando menos se lo espera. El duelo de Aubrey con el capitán francés por ver quién de los dos es más hábil manejando los recursos a su disposición funciona porque despliega una buena cantidad de elementos argumentales partiendo de un esquema sumamente simple y engancha al espectador en el duelo tan aparentemente desigual. La inquebrantable fe de Aubrey en sí mismo (y el correspondiente entusiasmo de una tripulación entregada a su mando) se transmite al espectador con facilidad, lo que permite que éste preste atención al otro entramado argumental de la película.
Porque "Master and Commander" es mucho más que una simple película de aventuras. Weir dedica gran parte de su esfuerzo (y del metraje) en hacer una cuidada recreación casi documental de lo que debía de ser la vida a bordo de esas embarcaciones. Y ahí reside gran parte del interés de esta película, que la hace mucho más cercana a las numerosas versiones del famoso motín de la Bounty que a aventuras tipo "Capitán Blood" o "El hidalgo de los mares". Hasta cierto punto, la historia de la gozosa persecución y final enfrentamiento de la Surprise con la Acheron no es sino una excusa argumental que permite a Weir hacer un amplio retrato de personajes y situaciones sin salir nunca del espacio cerrado que es el barco, único punto de vista de la película. Así, acontecimientos que no son especialmente originales ni novedosos (el conato de rebelión cortado en seco por Crowe, la escalofriante secuencia de doblar el Cabo de Hornos en medio de una violentísima tormenta o las siempre difíciles relaciones entre la marinería y la oficialidad) tienen un aire renovado gracias a la rica descripción de personajes que Weir hace y que consigue que nos emocionemos con algunas de las terribles decisiones, siempre en función del mal menor, que Aubrey tiene que tomar siguiendo su obsesión.
Mención aparte merece la peculiar relación que se establece entre Aubrey y el científico Maturin, interpretado con comedimiento e inteligencia por un Paul Bettany que da pruebas de su versatilidad. Aunque el enfrentamiento entre la vieja concepción del mundo que representa Aubrey y la nueva manera de pensar que sostiene Maturin no se aprovecha todo lo bien que se podría, el trabajo de ambos actores consigue ese milagro tan difícil de conseguir y describir que solemos llamar química, y en los acercamientos entre dos personajes tan sumamente opuestos en su visión de las cosas (principalmente gracias a la música que ambos interpretan pero enriquecida por un montón de pequeños detalles) se consigue que el espectador crea en la forja de esa inquebrantable relación de amistad, lealtad y respeto. Igual que funciona bien, aunque en otro registro, esa especie de apadrinamiento a dos bandas entre el soldado y el científico del niño oficial que pretende beneficiarse de lo mejor de ambos mundos.
"Master and Commander" queda como una excelente película de aventuras que contiene en su interior los suficientes elementos de interés para que se convierta en una experiencia más que gozosa, que demuestra una vez más que la comercialidad no está reñida con el buen cine si se hace con inteligencia. Tras la estela de esta seria y sin duda conseguida película de hazañas de mar y guerra no sería de extrañar alguna continuación en el futuro. Esperemos, eso sí, que vuelva a contar con los mismos artífices, lo que sería una incuestionable garantía de calidad en estos tiempos en los que ésta resulta tan escasa en Hollywood."
Por cierto, las escenas cuando los dos capitanes de ambos barcos se observan mutuamente con el catalejo son impagables.
Y otra escena a reseñar y que a mí especialmente me encanta es aquella en la que el capitán Aubrey debe decidir entre continuar la persecución de la Acheron o bajar a tierra para que puedan operar debidamente a su amigo el doctor Stephen. Creo que en esta escena puede estar una de las claves de la película. Aubrey decide fondear y llevar a tierra a su amigo, olvidando por completo a la Acheron. De hecho, uno de los temas de más importancia en la película es la amistad.