Reflexionando sobre el texto de mi amigo, así como sobre lo que plantea la propia Megalópolis, me han venido a la mente algunas de las reflexiones y escritos del director de orquesta alemán Wilhelm Furtwängler (1886-1954), recogidos en el libro Sonido y Palabra (editado en España por la editorial Acantilado), que he usado más de una vez en charlas y demás.
Cito extracto porque los tengo guardados en mis dispositivos (con anotaciones propias anexas, que no incluyo aquí):
Cada vez nos esforzamos más por ver las cosas desde lo alto, desde la perspectiva de las aves. Ya no queremos “experimentar” las distintas obras de arte y, en cierto modo, ponernos a su merced, sino comprenderlas y así dominarlas en su contexto. Pero sucede que ese es el método de la ciencia, no del arte, y por tanto, es un enfoque erróneo ya desde su misma premisa.
(...)
Desde Nietzsche estamos acostumbrados, también esto forma del pensamiento científico, a sentirnos y ponernos a nosotros mismos como la medida de todas las cosas. Pero ¿no podría ser también lo contrario? ¿Tiene que ser siempre el artista el que falla ante nosotros? ¿No podemos también nosotros fallar ante el artista?.
(...)
El terrible efecto del pensamiento unilateral que tenemos que ver hoy en nuestra opinión pública solo puede superarlo el pensamiento mismo, un pensamiento superior. Que este venga impulsado por la ingenuidad de la sabiduría, aquella segunda ingenuidad que corresponde únicamente a la madurez de nuestra cultura, es algo que conviene desear a todos aquellos que hoy asumen puestos de responsabilidad.
Creo, sinceramente, que no hace falta añadir nada más, ¿no creéis?




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