Ahora no tienen tanta importancia, pero en una época en la que internet no existía ni había -apenas- revistas y programas de cine en TV, la primera y más importante referencia que uno tenía de una película, para decidir ir a verla, era su póster en la fachada del cine.
Con el tiempo aparecieron autores que consideraron que, además de como pieza publicitaria o reclamo, el cartel de cine podría ser una obra de arte en sí mismo.
Mis favoritos son los que surgieron a partir de los 60 y, sobre todo, en los 70. El diseño pasó a un primer plano, por encima de la mera recreación de escenas o rostros de actores.
Estilizados y sugerentes, originales e innovadores.
Otro buen ejemplo (también del gran Saul Bass):
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