El Dalai Lama y el más listo de los leperos se reunen para tener un debate intelectual. Pero para poder entenderse, y como hablan distintos idiomas, deciden utilizar un lenguaje de signos.
Comienza el lepero, que extiende su dedo índice. El Dalai Lama extiende el índice y el corazón. El lepero, tras pensárselo un poco, extiende, además de estos dos, el anular. El Dalai Lama, levemente sorprendido, cierra todo el puño. El lepero frunce el ceño y abre repentinamente la mano, y la mueve de un lado a otro. El Dalai Lama se rinde.
Uno de los discípulos del Dalai Lama le pregunta después del debate qué es lo que se habían dicho, y el Dalai Lama le contesta. “Comenzó por decirme que Dios era uno. Contesté que la dualidad. Él que la trinidad. Le dije que todos eran lo mismo, cerrando el puño. Y el me dijo que el Todo es la Nada, abriendo la mano. Ante eso, no tuve qué contestarle y me dí por vencido.“.
Por su parte, cuando el lepero llega a Lepe, un amigo le pregunta de qué cojones había hablado con el Dalai Lama. Éste le contesta: “Primero le dije que le iba a meter una hostia. El me dice que me voy a llevar dos. Y yo le contesto que él se la va a llevar triple. Entonces cierra el puño, el cabrón. Y yo le levanté la mano, y ahí se acojonó.”