Cito extracto de la extensa reseña de Nacho Aguilar.
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Desgraciadamente para la fotografía de “Mission Impossible: Dead Reckoning, Part I”, desde los primeros momentos se aprecia claramente, por su luz, que Fraser Taggart no tiene el nivel de los anteriores directores de fotografía de la saga. Y lo que parece es que los cineastas han prescindido del oficio de Elswit y del talento de Rob Hardy (quien hizo cosas muy interesantes en “Fallout”, pero quizá demasiado artísticas) por alguien como Taggart, con mucha menos experiencia rodando a los actores pero con mucha más solvencia a la hora de sacar adelante situaciones y planos complicados.
Por ello, todo el film es una oda a una puesta en escena barroca, llena de planos «imposibles», pero también, de muchos muy inspirados incluso durante las secuencias de diálogos, pero la luz de la película está lejísimos de la clásica sobriedad de Stephen Burum en la primera película, de la estilización de Jeff Kimball en la segunda (de largo, lo mejor del film), o del atractivo que Dan Mindel consiguió para la tercera, antes que Elswit y Hardy entrasen, nunca mejor dicho, en acción (link a la cuarta). Por eso, sorprende ya desde el comienzo lo vulgar que es la luz en el submarino ruso que abre el film, o en la secuencia en el cuartel general de la CIA, y las pocas dudas sobre el trabajo (funcional) de Fraser Taggart se disipan en la escena del aeropuerto, con los primeros planos de Tom Cruise y Hayley Atwell: los resuelve de manera correcta, pero nada más.
Hay por lo tanto, muy poco de inspiración o talento en el trabajo de iluminación de “Mission Impossible: Dead Reckoning, Part I”, pues quizá con la excepción de las escenas de la fiesta en Venecia (y del plano de apertura de esa sección, con Cruise y Ferguson llegando en la barcaza, iluminados con los farolillos, de lejos el mejor plano, por luz, del film), toda la luz del film es muy mundana y, lo peor, demasiado plana y muy poco interesante. Se salva la luz robotizada de la fiesta, que es muy interesante con sus tonos azules muy saturados, pero simplemente para comprobar el escaso interés que tiene la luz de Fraser Taggart basta con comparar el aspecto de Cruise, Kirby o, especialmente sangrante, de Rebecca Ferguson en los dos films anteriores y en el presente.
Ni siquiera los cinco años transcurridos de uno a otro, pues los actores envejecen, son excusa: este film fue rodado principalmente en 2020, pero la producción se vio afectada por la pandemia y hubo cortes y cambios en el rodaje. Simplemente, la diferencia es que Taggart ni es Robert Elswit ni es Rob Hardy. Es simplemente un especialista en acción que cumple, y poco más, con las escenas dramáticas, mientras que en algunas de acción como en los exteriores noche en Venecia, le echa mucho morro y pone casi siempre luces de cine como contraluz en cada eje, y ¡las deja visibles en cuadro! Quizá con tanto “flare” anamórfico Taggart confiaba en que nadie se de cuenta, pero al menos para quien suscribe estas líneas el efecto despista muchísimo, y está lejos de grandes logros vistos en esos mismos canales en otros films.
Lo bueno es que las escenas de acción son por lo menos igual de intensas que en las entregas anteriores, algo que, de por sí ya es meritorio porque con el mismo equipo repitiendo en los últimos tres films, “Mission Impossible: Dead Reckoning, Part I” podría dar unas muestras de hartazgo que no aparecen por ningún lado. La acción frenética está tan bien resuelta como siempre y, los cineastas, Cruise y la producción en general está tan sobrada que todo se ve con una sonrisa de satisfacción, como aquél que presencia al mejor deportista o mejor equipo del mundo jugando al más alto nivel en su especialidad. La distancia por ejemplo con respecto a las dos últimas entregas de la serie Bond es tan sideral que lo de Tom Cruise y su equipo parece, directamente, otro deporte.
Muchos comentarios se han hecho eco de que este film es una continuación directa de la primera película, dirigida por Brian de Palma en 1996 y, si bien hay algún detalle argumental y actoral (como Henry Czerny) que así lo delata, sobre todo se aprecia que hay en la puesta en escena de Christopher McQuarrie un claro intento de dotar a sus escenas de diálogo y exposición de la tensión del film de De Palma: hay muchas composiciones ingenisosas, planos torcidos o “dutch-angles” y, sobre todo, movimientos muy fluidos (incluso algún movimiento de Steadicam “en S” alrededor de los personajes en el aeropuerto) que prácticamente quitan el hipo. Y por supuesto, en un rodaje de estas características y con un presupuesto, elevado por el COVID hasta los 300 millones de dólares, siempre hay muchos efectos visuales digitales, pero se aprecia claramente no solo un rodaje absolutamente físico, sino la pretensión por parte de los cineastas de que así lo sea, recurriendo al truco en post-producción prácticamente solo cuando no es posible hacer el truco en el rodaje.
Los resultados, por consiguiente, quizá están lejos de la luz de Rob Hardy en “Fallout”, pero seguramente Fraser Taggart les haya permitido rodar más rápido por ser menos “artístico”. Ello despista mucho al comienzo porque el film no posee el aspecto pulido y elaborado al que la saga nos tenía acostumbrados, y carece además del tratamiento embellecedor sobre los actores que suelen requerir este tipo de productos. El salto al digital no le ha ido nada mal en cambio al film, porque bien esté rodado con la Sony Venice o con la Arri Alexa Mini LF (o seguramente, con ambas), el hecho de emplear lentes antiguas de Panavision como la serie “C” hace que la apariencia sea suave, sin caer en el aspecto “vintage” que tenía la anterior entrega por usar esas mismas lentes y un celuloide algo maltratado por parte de Rob Hardy.
Y lo bueno, lo mejor de hecho, es que Christopher McQuarrie y Tom Cruise siguen en plena forma y siguen conspirando para seguir obligando a los espectadores a ir a la mejor sala de cine posible para ir a ver el film, debido a lo espectacular que sigue resultando su planteando no solo de las escenas dramáticas, sino sobre todo, de varias de sus secuencias de acción, tan intensas, tan bien planificadas, filmadas, interpretadas y editadas que, literalmente, se ven con la boca abierta.
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