Qué pena. Cómicos de raza como él, ya no quedan. De los que llenan la pantalla con su diminuta presencia y ya te tienen en su bolsillo, con esa eterna y franca sonrisa, melancólica y triste, pero contagiosa. Y todo eso, antes de escuchar su voz renqueante, pero firme, daba igual el tono, socarrón o cariñoso, cualquier cosa que saliera de ahí era creíble, natural.
Un actor que nunca me creí que lo fuera. Era como de la familia. Descanse en paz.