El hecho de que sea un reseteo o reinicio de la saga no quiere decir que sea un regreso a los orígenes jugables, ni muchos menos. Poco queda, por no decir directamente nada, de aquellos elementos clave que disfrutamos en los primeros Tomb Raider. Esos escenarios gigantescos y laberínticos en los que te perdías durante horas, sin un mapa o indicación, el tener que realizar saltos medidos milimétricamente, casi imposibles, esos complicados y enrevesados puzles, sin explicaciones ni ayudas, y esas pequeñas y muy reducidas dosis de acción, sin demasiado peso jugable en el total del producto. Si estáis buscando algo de esto en el nuevo Tomb Raider iros olvidando, y de hecho no creemos que volvamos a ver algo así en un triple A, en una gran superproducción destinada a vender millones de unidades para ser rentable, ya que los tiempos han cambiado y mucho.
Aquí lo que encontraremos es una aventura lineal, bastante guiada y no muy difícil, con muchos y muy buenos tiroteos, entretenidas secciones de saltos no demasiado complicadas, algún puzles interesante aunque en ningún caso difícil, un aspecto visual y sonoro imponentes, de los de quedarte embobado mirando los escenarios, y unas secuencias más o menos interactivas llenas de scripts, en las que tenemos que correr, saltar o realizar algún quick time event, en las que se desata toda la espectacularidad y que nos dejarán sin aliento, disfrutando como enanos, como haríamos con la mejor de las películas de acción y aventura. También hay algo de exploración, mucho más limitada que en anteriores entregas de la saga, pero mayor que en otros juegos de acción y aventura de los últimos años