En realidad, tal y como se ha entendido generalmente (Eliza se pliega sumisamente a las exigencias de Higgins) ahora es "políticamente incorrecto".
El "Pygmalión" de Shaw establece entre los dos personajes una relación ambivalente en la que Higgins lleva siempre las de ganar porque es un solterón empedernido y encuentra en Eliza un modo de probar sus teorías y de pasarlo bien dándose la razón. Eliza, por su parte, desarrolla con Higgins una relación de atracción-repulsión, porque le parece, culto, interesante (en cierto modo, un trasunto del padre que hubiera querido tener), pero ególatra, mandón e insoportable.
La obra tiene un final abierto en el que queda claro que Eliza no está por aceptar la sumisión y que Higgins no va a renunciar a su comportamiento avasallador y misógino, ni a su soltería, pero que se ha establecido un vínculo entre los dos, por anómalo que éste sea. Cierto es que Shaw (cuyos preámbulos a sus obras a veces eran más extensos que éstas) estableció un largo epílogo explicando que Eliza jamás se casaría con Higgins, aunque siempre sentiría una cierta atracción y reconocimiento hacia él. A Shaw le parecía lógico que Eliza se casase con Freddie, pasaran apuros económicos, etc, y los personajes siguieran relacionándose en términos parecidos a los desarrollados en la obra. Sin embargo, todas estas consideraciones de Shaw no forman parte de la pieza de teatro original.
Cuando Lerner y Loewe, tras algunas complicadas vicisitudes, pusieron en pie la versión musical de "Pygmalion", forzosamente hubieron de simplificar la obra y eliminar diálogos.
Para el final, decidieron no cerrar del todo la relación, ser suavemente ambiguos; así, por una parte Higgins admite que la echa mucho de menos y Eliza, en justa reciprocidad, vuelve a la casa del profesor. Justamente ahí acababa el musical, dejando en el aire que la relación entre ambos podría continuar con el acostumbrado tira y afloja presentado durante toda la obra. La frase de Higgins sobre las zapatillas (recurrente en el texto de Shaw) fue añadida en el último momento porque Rex Harrison se negó a interpretar una escena final sin texto y exigió una última frase antes de que cayera el telón. Se pensó que, en realidad, tampoco cerraba taxativamente una continuidad de relación feliz entre dos personajes siempre en conflicto. Sin embargo, parece muy extendida la interpretación de que Eliza renuncia definitivamente a cualquier independencia y claudica ante la tiranía egoista de Higgins. ¿Por qué no pensar igualmente que van a establecer una relación de conveniencia, con un permanente "tira y afloja", en la que ninguno de los dos cederá por completo? ¿O que una pareja semejante tiene los días contados, pese a que simpaticen?
La dificultad de modificar el final estriba en que añadir a la obra todo lo que Shaw apuntaba en su "epílogo" daría como resultado una poco interesante secuela. Y acabar la obra con Eliza casándose con Freddie, tampoco parece una solución muy satisfactoria, ni menos convencional que el "final abierto" tanto de la obra original como de la adaptación musical. Quizá un punto intermedio entre ambas opciones pudiera consistir en dar una réplica a Eliza, una vez que vuelve a casa de Higgins, haciendo que ante la petición de zapatillas responda "búsquelas usted mismo, profesor Higgings", y fundido a negro... Quizá estuviera más en consonancia con lo insinuado por Shaw.
En cualquier caso, al igual que con "El tercer hombre", no veo la necesidad de hacer un remake cinematográfico de "My Fair Lady".