Definitivamente, yo creo en las señales. Esta tarde he visto Nebraska. Tampoco pude resistirme y sin dudar, y pese a lo cortito del bolsillo, elegí a mi director fetiche, por encima de otras propuestas, que ya veré más adelante.
Coincido con Campanilla en todo (muy buena crítica, amiga) porque es verdad. Y precisamente, como en toda su filmografía, pero aquí aún más acentuada (si cabe), es esa verdad lo que trasciende la propia pantalla y se aloja en lo más íntimo de cada uno de nosotros.
Yo tengo unos padres que ya están mayores, y también tengo familia en el pueblo, de campo. Me he visto reflejado en varios momentos de la película. Una película americana que cuenta cosas que me suceden!Y además, pasa en Nebraska. Sin duda la elección del lugar no es gratuita. Es el perfecto lugar donde no ocurre nada, reflejo de otros muchos lugares donde lo cotidiano es el pan nuestro de cada día.
La excusa del viaje es perfecta para que, una vez en carretera, empecemos a conocer a los personajes y a su vez, ellos se conozcan y reconozcan entre sí. Esto es común en Payne (bendito director). Giamatti, en Entre copas, Clooney en Los descendientes o Nicholson en Schmidt "sufren" un antes y un después del "viaje de sus vidas".
Porque qué maravilloso es salir del estancamiento y aprender a conocerse viajando. Payne es un maestro reflejando esta circunstancia.
Lo mejor de Payne (y he visto decenas de veces sus films) es la autenticidad. Ríes de verdad, te emocionas de veras, y te ves reflejado como muy pocas veces lo has hecho viendo una película. Payne, cual fantástico farmacéutico, sabe administrar las dosis exactas de emociones y sensibilidades de toda índole. Su medicina es vitamina para nuestro cuerpo y nos ayuda a seguir viviendo.
Siempre he alabado la elección de actores en el cine de Payne. Los anónimos o menos conocidos nos ayudan a situarnos inmediatamente y de forma pasmosamente natural en el lugar de la historia. Los amigos, conocidos y familiares de Woody "viven realmente allí".
Bruce Dern y Will Forte dan una lección de vida, desde un perfil contenido, reservado. Su relación tan especial, pero tan común entre muchos padres e hijos, es el eje central de la historia. No podía tener mejor pilares, desde luego.
June Squibb es, como dice Campanilla, la vía de escape y diría más, el contrapunto idóneo (con su elocuencia) a padre e hijo. Su lengua desatada nos brinda momentos jocosos auténticamente gloriosos.
Los lugares, los bares, las pensiones, las carreteras, los coches que pasan, los horizontes que despiertan o que oscurecen ...son extraordinarios testigos de la vida de estas personas. Bellísima la fotografía , una vez más (como en Entre copas o en Los descendientes), de Phedon Papamichael. El blanco y negro conecta perfectamente con el elemento nostálgico que impregna la historia y que vamos descubriendo poco a poco.
Porque Payne no solo nos lleva de viaje a otro lugar, sino que nos traslada a otra época, a otra forma de vida...aunque sea de manera efímera.
No quiero olvidarme de la preciosa música de Mark Orton ni de las canciones, algunas más propias del folk tradicional y otras más modernas, como We can last forever, de Chicago (una de mis bandas favoritas de siempre).
El montaje "invisible" de Kevin Tent es maravilloso, simplemente. Es como lo que dicen de los buenos árbitros de fútbol: no deben hacerse notar.
Finalizo, señalando un deseo, incluso un anhelo: que Alexander Payne no tarde mucho en aparecer de nuevo por nuestras vidas.
Calificación: 10