Bajón mayúsculo al enterarme ayer de que uno de los últimos bastiones de las "grandes pantallas" de verdad en Madrid cerrará sus puertas a finales de febrero.

Lugar especialmente mítico para un servidor después de las cinco Muestras Syfy que disfruté allí, y que para mí siguen siendo mis mejores recuerdos del evento, amén de otras citas especiales como las muestras de cine alemán o el festival Nocturna, me invade una gran rabia al imaginar que esa enorme sala probablemente será remodelada, troceada y rediseñada, perdiendo ese sabor añejo y esa atmósfera que a los asépticos minicines de hoy ni siquiera se les ha intentado dar.

El único consuelo es que parece ser que el local seguirá siendo un cine (al parecer lo ha comprado Yelmo Cineplex), pero uno se pregunta qué pasará con toda esa programación alternativa que tuvo el Palafox y que ahora no tendrá nada fácil encontrar un espacio semejante para su celebración.

Llegué tarde para el ciclo de clásicos programado para la semana final: al parecer ya está casi todo vendido. Vayan ustedes a saber si Lawrence de Arabia será la misma copia en 70 mm que pude disfrutar allí mismo en su más reciente reposición restaurada.

Me va a costar recuperarme de esto como cinéfilo, es todo un golpe.