También encontramos, como otra pilar fundamental en su manera de narrar, los planos secuencia articulados en las miradas de un personaje (o personajes) como punto único de referencia, que Wright irá puliendo y dotando de mayor trasfondo psicológico -véase el de la playa en "Atonement", o dramático -la larga y emocionalmente extenuante secuencia del baile en "Anna Karenina".
En Orgullo y Prejuicio tenemos la larga, laboriosa y brillante secuencia donde Lizzie, tras acudir entusiasmada a una nueva cita social, busca a Wickham en vano.
Cuando la joven Bennet se percata de que este no ha acudido, la cámara recorre la estancia en el sentido inverso en el que lo había hecho pocos minutos antes- (pero sin perder nunca de vista, insisto, los ojos de la chica y el torrente de emociones que pasan por ellos)- , mientras Lizzie corre a toda velocidad, frustrada y triste, deseando perderse de sus padres, la gente y en definitiva el mundo entero, hasta colocarse detrás de una columna.
Allí, la cámara efectúa un primerísimo primer plano a sus ojos , mientras reflexiona y se desahoga con sus propios pensamientos, y vemos, solo por un segundo, prácticamente imperceptible en ese estado de semi oscuridad, una lágrima delizarse de los ojos de nuestra protagonista, despacio, sutilmente, casi como si Wright tuviera reparo de estar inmiscuyéndose en un momento tan intimo de los personajes a los que trata.
(Continúa en el siguiente post)