En mi caso, las dramedias, término que ya estaba inventado (lo siento, Derek ), me encantan. Y es un reconocimiento tácito a lo bueno, buenísimo hecho por Payne o REitman, entre otros directores de los últimos años. Aunque claro, dos personajes con reminiscencias fabulosas del maestro Wilder. Al final, todo redunda en Dios. En el fondo, este tipo de películas son las que te hacen reir, sonreir, meditar, apesadumbrarte...y todo por unos pocos euros. Y lo mejor, es que, como los helados de varios sabores, en cada instante, tiene un regustito diferente e igualmente atractivo.