Hay dos argumentos que me parecen capciosos a la hora de hablar de ediciones cutres:
Uno es que haya que mostrar el más encarecido agradecimiento porque se edite con lo que todos reconocemos como prestaciones normales (una calidad de imagen correcta, formato respetado, subtítulos, etc), cuando esos deberían ser los mínimos que presentase un producto audiovisual honesto. ¿Acaso agradecemos publicamente a un fabricante de calcetines el que los distribuya sin agujeros?
Otro es la justificación (muy querida por Impulso, por ejemplo) de que la editora avisa del formato en las carátulas y el consumidor decide si compra o no de acuerdo con la información proporcionada; pero la editora no informa en las carátulas de que ha utilizado masters para la televisión de hace 30 o 40 años, carentes de una aceptable nitidez o un adecuado color; a menudo, no sólo no anamórficos sino con indiscutible mala calidad de imagen e incluso con metrajes mutilados (como decía aquel responsable de Warner España: "no idóneos para ser editados en dvd"). Eso no es informar a los clientes para que elijan libremente, sino poner en circulación ediciones deficientes para ver cuántos pican. Por esa razón ahora recelamos todos tanto de comprar cualquier producto Impulso, aunque el formato original de la película fuese 1.33:1.