RoboCop, de 1987.
RoboCop es un film tan conocido, del que se ha escrito tanto en este mismo foro, que me ahorraré la sinopsis. Me centraré en resaltar algunos aspectos que me han parecido relevantes en este enésimo visionado (ya la vi de estreno en su día, en un lejano 21 de febrero de 1988), sobre todo teniendo en cuenta sus anteriores films ya comentados, y en aportar algún dato procedente del audiocomentario a tres voces de Verhoeven, Jon Davison (productor) y Edward Neumeier incluido en esta edición. Por cierto, empiezo por destacar un detalle de esta añeja edición en DVD, ya que aunque no se indique en la carátula incluye dos versiones de la película: una recortada en algunos planos (que es la que incluye el audiocomentario), de 98’ 34”, y otra, de 99’, que sí incluye los planos más gores de la tortura y asesinato de Murphy (que supongo que es la versión que se estrenó aquí en cines en su momento). Esos planos son, por ejemplo, el que muestra cómo Murphy pierde el brazo derecho por los disparos o un movimiento de cámara alrededor del policía moribundo, arrodillado, antes que Boddicker le dé el tiro de gracia (plano para el que se utilizó un muñeco).
En su primera película 100% hollywoodiense Verhoeven lleva a la pantalla un guion original, de Neumaier y Miner, que el holandés rechazó después de la primera lectura. Según se comenta su mujer le hizo ver que la historia tenía una segunda lectura que aproximaba el tema a sus intereses habituales, en este caso fundamentalmente a la violencia (no hay sexo y la religión tiene poco peso, aunque el personaje de RoboCop presenta ciertas facetas cristológicas). Verhoeven dirigió su primer film de ciencia ficción (género que confiesa que no le interesa demasiado), su primera película de “efectos especiales”, como le gusta resaltar.
Y lo hace con notable desparpajo, con una entrega total que se transmite al espectador. La película te atrapa desde el primer momento (esos anuncios televisivos, de contenido satírico, sobre un Detroit distópico, entregado a la privatización de los servicios públicos en beneficio de la empresa OCP, algo que nos suena a muy actual) y no te suelta en ningún momento, sin caídas de ritmo, sin pérdida de interés. Verhoeven utiliza el distanciamiento que le permite insertar la televisión en la narración al igual que hará en menor medida en Total Recall y nuevamente con gran eficacia en Starship Troopers. Como se esfuerza en destacar Neumeier, se trata de una sátira política que apunta con bala a la época Reagan. Caos en lo público (esa comisaria desbordada por la delincuencia, con los policías a punto de hacer huelga; ese Detroit inmerso en una ola de criminalidad) y barra libre para lo privado, para las grandes corporaciones que actúan como auténticos depredadores sociales, incluso entre sus integrantes mismos (ese consejo de dirección de OCP, que parece una reunión de tiburones atraídos por la sangre). OCP quiere sacar tajada de un nuevo proyecto urbanístico, de dimensiones faraónicas, Delta City, un nuevo Detroit, lo cual cobra actualidad cuando sabemos que precisamente la antigua capital del automóvil se ha convertido en una ciudad fantasma con muchos barrios y edificios emblemáticos en ruinas. En OCP se enfrentarán Dick Jones, el ejecutivo agresivo de la vieja escuela (interpretado magistralmente por Ronny Cox), que promueve el proyecto ED 209 (en connivencia con la industria militar), y Bob Norton (un excelente Miguel Ferrer), un yuppie de nuevo cuño que consigue imponer el proyecto RoboCop: construir un ciborg, un robot con elementos humanos, orgánicos. Toda la exposición del enfrentamiento empresarial, sintetizado en la secuencia de la fallida presentación de ED 209 es magnífica, amén de sumamente divertida. Para el movimiento de ED 209 se utilizó la técnica clásica de stop motion con una maqueta de pequeña escala (obra de Phil Tippett).
Como es bien sabido, el material humano necesario para RoboCop lo aportará el policía Murphy, quien acompañado por su colega Lewis caerá abatido durante la persecución de la banda de Clarence Boddicker (otra excelente elección de casting, Kurtwood Smith; Verhoeven comenta que quiso que el personaje nos recordara a Himmler, con sus gafitas redondas), criminal número uno de Detroit, pero a la vez colaborador de Dick Jones.
El momento de la “crucifixión” de Murphy, extremadamente violento, introduce el carácter cristológico del film, ese Murphy trasunto de Jesús enfrentado a Boddicker-Satán (“Satan killing Jesus”, Verhoeven dixit).
En esta larga secuencia en la fábrica abandonada se dice una de las frases clave del film (puesta en boca de uno de los pandilleros de Boddicker): algo así como “la mejor manera de robar es la libre empresa” (“no better way to steal money than free enterprise”).
Verhoeven consigue una excelente transición del Murphy ejecutado a su vuelta a la vida encarnado en RoboCop: ingreso en el hospital (filmado con personal sanitario real; imágenes de gran crudeza; algunos planos subjetivos vistos a través de los ojos del moribundo Murphy), operación desesperada (con flashes en que Murphy vuelve a visualizar a sus asesinos), despertar del nuevo RoboCop (visión subjetiva del ciborg). Verhoeven insiste en que se había de presentar poco a poco a RoboCop, de ahí que su primera aparición en la comisaria sea difuminada a través de un cristal translúcido con planos muy breves, de manera que solo vemos fragmentos de él.
Vale la pena señalar que la elaboración del traje de RoboCop, obra de Rob Bottin, fue uno de los elementos más conflictivos del film: fue un proceso largo y que dio un primer resultado que imposibilitaba los movimientos que había preparado Peter Weller con un maestro de mímica. La relación entre Verhoeven y Bottin fue problemática, de manera que acabaron sin hablarse, y Bottin se ausentó del rodaje, de manera que, según comentan irónicamente, se pasó de la colaboración directa de “Rob Bottin” a contar con un “RoboTeam”.
En la guerra empresarial hay dos momentos clave: el encuentro fortuito de Dick Jones y Bob Norton en el lavabo (un toque muy Verhoeven, con ese ejecutivo que abandona el lugar con los pantalones mojados de orina); y el asesinato de Norton, por medio de Boddicker, siguiendo las instrucciones de Jones.
Por otro lado, RoboCop paulatinamente va a cobrar consciencia de quién es, o de a quién pertenece su parte humana (la visita a su antiguo domicilio y sus recuerdos de mujer e hijo son elementos clave). Siguiendo la pista de Boddicker llega a Jones, a quien intenta arrestar en una visita al creador/OCP que nos recuerda la de Roy a Tyrrell en Blade Runner. Pero aquí Jones tiene un as en la manga: la cuarta directiva, la imposibilidad que RoboCop actúe contra los ejecutivos de OCP.
El final marcará otra escalada de violencia, con el policía robótico luchando con la banda de Boddicker en la fábrica que hemos visto en el inicio (y que estaba en Pittsburgh, mientras que el resto del rodaje en exteriores se llevó a cabo en Dallas). Aquí se muestra otro de esos elementos cristológicos: vemos a RoboCop caminando sobre el agua. El enfrentamiento final entre Boddicker y RoboCop nos deja otro detalle de ese humor socarrón que domina el film, cuando el criminal se prepara para acabar con el ciborg espetándole “Sayonara, RoboCop” (un guiño evidente a Terminator).
La secuencia final nos devuelve al escenario del consejo de direcció de OCP. RoboCop va a intentar detener de nuevo a Jones y esta vez lo conseguirá (bueno, más que detenerlo, lo va a hacer picadillo), gracias a un giro de guion francamente magistral: cuando Jones intenta parapetarse detrás del presidente (the Old Man, un adecuadísimo Dan O’Herlihy), este pronunciará su despido: “Dick, you’re fired”.
La escena final nos permite apreciar la recuperación por parte de RoboCop de su dignidad humana. “What’s your name?”, le pregunta el Viejo; “Murphy”, es la respuesta. Respuesta que, según comenta Verhoeven, avanzaba el público espontáneamente en la época de su estreno (lo cual, seguro, que te ponía la piel de gallina).
En resumen (hay muchísimas cosas más para comentar, pero lo podemos hacer durante los próximos días), un film excelente, que gana con el paso del tiempo, para mí el mejor de los films hollywoodienses de Verhoeven. Y eso que en su día mereció el desprecio miope de parte de la crítica, amén de ridículas acusaciones de parafascismo.
Ah, y no quería acabar sin alabar el trabajo de Jost Vacano en la dirección de fotografía (un colaborador de su etapa holandesa) y de Basil Poledouris en la composición de una vibrante y brillante banda sonora (que ya trabajó con Verhoeven en Flesh + Blood).




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): con todo, me resulta un tanto chocante que Verhoeven no trate más este tema o el de la masculinidad, sus roles y características, y lo que puede suponer para Murphy perderla al igual que su condición de humano (ésto sí se apunta un poco, aunque de pasada, en la secuela). Había, sin embargo, una escena,
) de Lo compro por un dólar, había sido detenido por posesión de pornografía infantil. No sé por qué, pero no me sorprende
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(Robo convertido en profesor de escuela parroquial, el robot drogadicto que no sé si es un hallazgo o un dislate). La tercera sí que es para tirarla a un pozo muy, muy profundo y no volverla a ver más 
