Kathy Rain 2 (Soothsayer) es una secuela directa que recoge con maestría el legado de su predecesor, en lo positivo y en lo negativo, expandiendo la historia de nuestra Kathy en una trama un tanto más compleja pero emocionalmente igual de intensa. La primera entrega nos sumergió en un misterio apasionante, (con algún ramalazo atmosférico referencial a Twin Peaks), con algún retruécano narrativo y una ambientación que capturaba perfectamente la esencia del thriller detectivesco. Y nos presentó a una protagonista inolvidable, una investigadora audaz, arrojada, reservada y cargada de una ironía entrañable que reforzaba su idiosincrasia en cada una de sus interacciones, al tiempo que hacía lo propio con su tenacidad y particular “sentido de la justicia” (que en ocasiones era pura supervivencia), pero que dejaba entrever aristas profundas y un bagaje emocional casi en el límite.
En esta secuela, Kathy retoma su camino trasladándose a la sombría ciudad de Kassidy. Años después de los eventos del primer juego, con mayor recorrido vital y madurez, debe enfrentarse a la amenaza de un desahucio que promete llevarse por delante a su pequeña agencia de detectives. La recompensa por la captura de un asesino en serie (Soothsayer) parece la única salida a todos sus problemas inmediatos. Y ahí comienza nuestra aventura. En ella, se enfrentará no solo a nuevos enigmas, sino también a los fantasmas de su pasado, en una trama interesante que profundiza en su evolución como personaje. La narrativa mantiene el tono melancólico e intrigante, con una construcción sólida que expande y profundiza preceptos y discursos anclados al primer juego y quizás, ese sea mi único problema con esta secuela.
Pero desgranemos primero todo lo bueno que ofrece. Técnicamente, es un título delicioso. El apartado gráfico es un auténtico deleite para los amantes del pixel art, con una aproximación clásica pero aprovechando multitud de recursos técnicos más actuales (hay reflejos, efectos de transparencia, distorsión, animaciones bastante sólidas atendiendo a presupuesto, “cinemáticas” fluidas y expresivas que complementan magistralmente la narrativa, añadiendo un nivel de dramatismo y dinamismo muy agradecido y demás). Cada escenario está cuidadosamente diseñado para transmitir atmósfera y detalle, potenciando la inmersión. La combinación de una estética con reminiscencias “retro”(el juego transcurre en los 90) con una ejecución más “contemporánea” logra un equilibrio visual de gran personalidad.
Me encanta como ese contexto (finales de los 90) se refleja en las diversas interacciones y conversaciones y como cada personaje muestra diferentes puntos de vista sobre diferentes situaciones con total naturalidad. Adoro que Kathy, siendo un personaje muy poco afín a la doctrina cristiana (para eso está Eileen) muestre respeto y comprensión ante personajes con esas creencias, e incluso apele a esa “ortodoxia” para ayudar a alguien que necesita palabras de alivio). O que cada personaje muestre diferentes niveles de comprensión y aceptación ante un transexual que tiene un pub/club de poesía de moda, y que ese personaje sea intrínsecamente interesante por sí mismo, en absoluto por su identidad de género, a la que no conceden mayor importancia.
La mecánica de juego se enriquece con una variedad de puzles que están anclados en la lógica y una coherencia impecable. Los desafíos y ardides son variados y los retos se presentan en múltiples formatos. Tenemos por ejemplo puzles de mecanografía (teclear términos concretos y específicos para rellenar un cuestionario o hackear un ordenador, por citar dos) que en multitud de títulos del género suelen evitarse por ser ingratos de más (requieren teclear respuestas con precisión y eso ya es un riesgo importante, máxime en un juego aún sin traducción al castellano, en tanto en cuanto puede incrementar exponencialmente los niveles de reto) pero que aquí no solo se sienten orgánicos y lúcidos, sino que parece haber una tolerancia muy medida, casi milimétrica, en las respuestas a fin de que no devengan en frustrantes de más.
Otros retos implican discriminar datos esenciales de documentos (en ocasiones comparando detalles ínfimos), encontrar patrones para descifrar contraseñas, utilizar múltiples recursos (guías de direcciones y libretas de apuntes) para enviar mensajes codificados, hacer trabajo de investigación usando ordenadores e incluso encontrar y seleccionar objetos específicos en una caja de herramientas. Incluso hay propuestas contextuales de interrogación adicionales a los temas de interés (por ejemplo, tienes los cuestionarios estándar y después una opción complementaria para ahondar en aspectos contextuales “presumiblemente más superficiales” como una puerta, un armario, un teléfono…) que conceden nuevas posibilidades de información y resolución. Son puzles interesantes y perspicaces, diseñados para poner a prueba el ingenio y atención al detalle sin resultar demasiado obtusos. Es uno de los puntos más edificantes del juego.
Por otra parte, el excepcional doblaje (cada interpretación ayuda a construir a los personajes, incluso aquellos que son bastante “cliché”) plasma con naturalidad su personalidad, mientras que una OST apropiada intenta, con bastante éxito, amplificar cada emoción y giro de la trama. Y hay bastantes. E igual aquí tenemos el único problema...
En el primer juego, su desenlace permitía, (un tanto forzadamente, se acepta), una doble interpretación. Había un elemento sobrenatural, evidente, un tanto desfasado aunque habitual en propuestas de género (no diré títulos para obviar spoilers), que en cierta forma podía soslayarse por una explicación algo más justificada y “racional”. Esta secuela, al ahondar directamente en los acontecimientos de la primera entrega nos deja solo con la primera de las interpretaciones, y quizás algunos jugadores pueden llegar a pensar que esta historia en concreto pedía una aproximación y resolución más verista y realista. Menos deudora del primero. Menos ahogada y encorsetada. Porque ese último acto es muy similar al de la primera entrega. Quizás demasiado.
Y eso que el libreto es bastante interesante, (especialmente hasta un punto concreto), e incluso se aventura a “reexplorar” la complejidad y el dolor de una relación familiar problemática con un desarrollo certero y auténtico (muy humano y nada espectacular ni catárticamente Hollywoodiense), y claro, culminar en un tercer acto que, aunque apropiado, puede sentirse en ocasiones demasiado anclado a lo sobrenatural y con algún personaje (secundario pero importante) poco desarrollado y con una resolución algo obtusa de más, puede jugar un tanto en su contra para según quiénes.
Por mi parte, solo puedo afirmar que he disfrutado muchísimo con esta secuela. El desarrollo y evolución de Kathy me parece casi ejemplar y espero volver a encontrarme con esta cabezota sarcástica, terca y en ocasiones perdida que solo intenta hacer lo correcto (siempre a su manera, eso sí) cuanto antes. En mi casa, ya es casi de la familia.