Otra escena que perdura en mi mente desde que asistí a su pase en el desaparecido América Multicines, allá por febrero de 1990, es aquella en la que Miss Daisy, ya afectada por su enfermedad, tiene un "brote" en el que está totalmente desorientada. Ocurre una mañana en la que pretende ir a la escuela, cuando lleva años retirada. Totalmente angustiada, se sienta en una silla, y de repente, como si tuviera un chispazo de cordura, le dice a su chófer, cogiéndole la mano: "Eres mi mejor amigo". Él intenta no darle importancia, pero ella insiste: "En serio, eres mi mejor amigo". Y él, con una nobleza enorme, asiente con la cabeza.

Tras todo lo que han vivido (y hemos visto), aquello cobra una dimensión emotiva y nostálgica ENORME.
Por escenas como estas, en las que no se busca la lágrima fácil, pero que tocan lo más profundo del espectador, es que siempre he defendido a capa y espada el Oscar a mejor película para Paseando a Miss Daisy.