Prólogo
Bueno, teniendo en cuenta que mi vida es un saco de anécdotas y ya que hasta ahora he cogido la costumbre de iros contándoos algunas de vez en cuando, cual obra por fascículos A llegado el momento de contaros una nueva entrega de mi peculiar vida azarosa y que ocurrió ya hace la friolera de unos 16 años en plena salida de la adolescencia y con unos 18 años cumplidotes de los de aquella época (aunque oficialmente, yo no dejo la adolescencia hasta los 50).
He rememorado esta historia, tras engancharme a la serie “Perdidos” que acaban de emitir de nuevo en la Fox, y que como buen empanado que soy, he descubierto tarde pero a tiempo. Y lo que a mi, y a otros compañeros / as nos aconteció en aquel inhóspito paraje, tiene cierta relación en modo cutre con los de la isla misteriosa de “Perdidos”·.
Aquel mes de noviembre, el paisaje de mi querido norte ya había vestido su verde intenso con las notas de color que le entregaban las hojas caídas (joderrrrr que manera mas cursi de empezar). Mi querida y menuda pandilla de amigos y amigas , me propuso hacer una excursión a una montaña en el País Vasco, y pasar allí la noche en algún refugio, mientras entre cachondeos, monólogos y demás gandalladas en las cuales para variar, yo seria el bufón invitado, nos empacharíamos de suculentos manjares en forma de embutido, patatas fritas y pasta. Todo ello aderezado con litros y litros de Kalimocho, botellas de ron, whiskey , vodka y mucho tabaco. O sea, lo típico de una jornada sanota en la montaña. Una nueva aventura estaba a punto de comenzar y ninguno de nosotros llegábamos a atisbar lo que se nos venia encima.
La Partida (Mama, no vengo a dormir) CAPITULO 1
Aquella mañana de sábado y con la emoción del que todavía llevaba la “L” en el coche. Cargamos mi por aquel entonces Seat Ibiza, alias “Tanqueta de Hierro” y otro coche mas, con un surtido de alcohol, comida, enseres camperos y un perrito toca huevos que solo sabia ladrar y protagonista de un encuentro especial, con este que os escribe, y que aquel animalito tardaría en olvidar. Y nos encaminamos al Monte Oiz, de cuya existencia la única noticia que tenia por aquel entonces, es que un avión de Iberia en 1985 se había estrellado allí. La cosa prometía y mi pálpito una vez mas me decía que viviría una nueva Gallegada (así denominan mis amigos, a todo lo que me sucede, pues me apellido Gallego).
Tras un par de amagos de accidente por mi parte, y en los que demostré que todavía no distinguía entre el acelerador y el freno por la autovía de Bilbao, salimos a la carretera general y como era raro en nosotros que no hubiese sucedido ya nada, de repente un Vizkaia Man con boina y enarbolando un bastón al que tenia atado un trapo rojo se nos interpuso casi en medio de la carretera haciéndonos señas de que nos parásemos.
La salida a la carretera de aquel paisano con un parecido muy familiar al de Alfredo Landa, me pillo desprevenido y a diferencia del otro vehículo que me seguía el cual paro, yo sobrepase al aborigen unos 100 metros, o sea, no le hice ni puto caso. Y a fe que me arrepentí, pues nada mas tomar una curva, me encontré con una manada de vacas. Sin tiempo a reaccionar y a tenor que mi coche tenia los frenos como algo decorativo (no funcionaban bien), todo angustiado y entre gritos por parte de mis compañeros fui driblando una vaca tras otra mientras intentaba frenar del todo, hasta que una y por pura casualidad golpeo con uno de sus cuernos en mi retrovisor (mi coche solo llevaba el retrovisor del conductor, todavía los fabricaban así), arrancándolo de cuajo y a ella dejándola un poco atontada por el impacto.
Tras este segundo susto, logre parar el coche justo en medio de toda la manada. Pero de repente otro par de boinas se dejaron ver al frente entre los lomos de los cuadrúpedos y avanzando hacia el vehículo. Y de repente y en todo su esplendor, dos tipos envoinados, con mofletes rojos, orejas puntiagudas y bastón en ristre empezaron a gritarme y a recriminarme mi pequeña versión de Mario Kart Vacuno. A ritmo de golpes en el capo del motor, me instaban o eso creo a que bajase del coche. “Y una mierrrrrrda me voy a bajar, que estos me desloman”, les dije a mis acojonados y pálidos acompañantes.
En ese momento, y como siempre que me pongo nervioso, mi esfínter empezó a quejarse y a lanzar exabruptos en forma de gas metano. Dios mío, estaba a punto de cagarme en los pantalones. Pero en esos milisegundos de angustia esfinteral y entre el pánico de una pandilla de adolescentes que me rodeaban, atisbe un claro entre los dos oriundos y entre la manada, así que no se me ocurrió otra cosa que meter primera y poco a poco y a ritmo de nuevo de ostiones con mano abierta y patadas en el coche cruce tan curiosa manifestación “animal” hasta poco a poco, dejarla atrás. Tras esto y a unos 2 Km. pare el vehículo y salí disparado hacia unos matorrales a desahogar mis nervios vía rectal y dejando atrás a mis compañeros con un coche ya sin retroviseros y abollado por los hostiones de aquellos arraigados paisanos.
Una vez desahogado y tras limpiarme a base de tickets de gasolinera y del supermercado pues no tenia otra cosa. Ya me estaban esperando el resto de compañeros del otro vehículo. Acordamos que a partir de entonces ellos irían delante. Y que además intentaríamos parar en algún sitio a comprar papel higiénico, pues efectivamente se nos había olvidado. Así que y sin retrovisor alguno en mi coche, continuamos nuestra aventura.
Llegada a la Base de la Montaña y acontecimiento Warriors (Pa Habernos Matao) Introducción CAPITULO 2
Cerrada la tarde era y la oscuridad ya nos había sorprendido en plena subida al Monte Oiz, cuando de repente vimos una especie de refugio/pabellón de pelota vasca que rebosaba luz y calor humano (de allí si que saldríamos calientes al poco). Así que decidimos que allí pasaríamos la noche. Craso error de apreciación y breve nuestra visita fue aquel sitio mezcla entre un Xanadu años 70 y comuna vascuence de enfarlopados.
….. continuara …… pero hoy no, que ya he escrito bastante
Continuo con este capítulo:
Todo decididos a unirnos a la fiesta, descargamos parte del material etílico y nos dirigimos a la puerta. Pero de repente para nuestra sorpresa y entre humo de todo tipo de hierbas psicotrópicas, unos borrokas infames nos quitaron parte de las bolsas de la mano, y con la consabida causa efecto, allí empezaron a fraguarse los primeros empellones de lo que seria el inicio de una trifulca detonante de nuestra huida y puesta de nuevo en ruta.
Tras quedarnos mirándonos a las caras y sin algunas bolsas en la mano. Tres de mis compañeros se sumergieron en la humareda a pedir explicaciones. Yo que no era muy ducho a meterme en peleas y por el bien del grupo me quede con las mujeres (soy a sí de generoso). Solo sé que no escuchamos nada durante unos instantes, hasta que alguien gritando algo en eusquera dio el escopetazo a la lluvia de patadas y ostiones mientras mis compañeros con parte de las bolsas salían reculando de aquella humareda.
En esto que me giro mientras les seguía con la vista, y veo que mis queridísimas infantas que hasta hace un rato estaban tras de mi, también habían desaparecido y en su lugar habían dejado parte de las bolsas en el suelo.
Raudo y veloz me agache a recogerlas para salir de allí cual correcaminos con una guindilla en el culo. Pero en el momento que me incorporé, un inesperado puñetazo con efecto péndulo me impacto en el oído y otro puñetazo amigo del anterior en plena sien. El dolor era espantoso y escuchaba parte de la trifulca en Dolby Digital, mi cabeza me daba vueltas y mi esfínter se volvía a revelar.
De repente un ser bastante grotesco, me agarro por la pechera y me empezó a soltar espumarajos de saliva en la cara mientras hablaba en ese idioma lleno de “K’s” y “Z’s”. No tuve tiempo de pensar, estaba solo y era carne de panteón. Lancé un puñetazo con parábola que impacto en la prominente bolsa escrotal de aquel ser (hay que reconocer, que estos vascos lo tienen todo grande), y en ese momento me soltó. Pero iluso de mi, hay vino la segunda ración de caricias a 500 km/h.
Patadas, puñetazos y bamboleos empezaron a impactar por todo mi cuerpo y a discreción. Y encima gilipollas de mi, solo estaba preocupado de recuperar las bolsas que quedaban. Ya veía la inscripción de mi lapida: “Dio su vida por el Kalimocho”. Dios, el dolor de cabeza era intensísimo y todo lo escuchaba con eco (Hasta las hostias. Aunque estás mas que eco, eran meras repeticiones de impactos y en multicanal). Cuando ya creí que aparecería Patrik Swayze desde un túnel de luz como en Ghost, la presión de los golpes sin destino fijo desapareció. Mis compañeros (7 en total) aparecieron y me zafaron de aquella marabunta de zombies ciegos de sangre. Y tras ayudarme uno a reincorporarme, cogimos las bolsas y a trompicones salimos de aquel pabellón (desde entonces cuando he pisado un frontón de pelota, tengo todavía escalofríos).
Entre insultos, una niebla terrible y un frió atenazador, llegamos a los coches y continuamos nuestra subida, por lo que falsamente pensamos que era un cómodo “camino”. Una vez mas, el destino nos tenia una muy gorda preparada.
El Camino de los Malditos (Pista al Infierno) CAPITULO 3
Aunque no esté de mucho humor pues tengo la dentadura con mas socavones y trabajos sin terminar que la M30, y además tenga la moral minada por un presupuesto dental equivalente al de un coche full equipe. Voy a intentar cumplir con mi palabra y continuar la historia de lo que hace mucho tiempo a mí y a mis muy queridos amigos nos aconteció.
Ya en los coches continuamos nuestra subida. Y a la par que conducía, uno de mis amigas me revisaba la cara para ver el alcance de mis condecoraciones faciales (hoy en día es médico y mi mejor amiga). Yo iba detrás del coche de mis otros compañeros y con la mente perdida en la somanta de palos que había recibido y mirando fijamente a las luces del coche que me precedía, o sea, iba sonado y con la mente fuera de toda atención de conductor. Craso error por mi parte, pues el camino nos tenía unas muy jodidas sorpresas preparadas.
La noche había caído a plomo sobre aquel ambiente de humedad y neblina, lo cual provoco que la oscuridad fuese absoluta y el conducir sino ya imposible muy difícil. Estábamos todos en silencio y muy tensos. Solo veíamos las luces del coche de adelante y todo lo demás era como el vacío negro de un paso a otra dimensión. Mientras tanto en el cassete del coche, sonaba una cinta con la banda sonora de “LA Chaqueta Metálica” y concretamente y en ese momento la partitura esa en la que rechinan hierros y vigas, o sea, situación idílica, música relajante y pura alegría rebosando de nuestros corazones. Y una mierda! Y es que de repente mi vehiculo empezó a pegar saltos y a darme bandazos hacia la oscuridad que nos envolvía por todos lados.
Ante aquella situación sorpresiva, pues hasta entonces la carretera parecía que tenía buen firme, paré el coche y abriendo mi puerta mire hacia el suelo. NO HABIA SUELO! Ya tenía el coche prácticamente enfilado hacia el borde de un precipicio con una especie de caída orgiaca de arbustos. Todo esto mal visto desde la cerrada y extraña oscuridad que nos envolvía. La gente se estaba empezando a poner mas nerviosa si cabe y me suplicaron que me apartase hacia el centro del camino y siguiese al otro coche y que en esos momentos había parado para esperarnos. Solo veía unas lucecitas en la lontananza, pero a fe que ese era su coche.
Ya muy nervioso arranque con un volantazo hacia la derecha y continué la marcha a una media de 20 km/h. Algo pasaba, aquella oscuridad no era normal, no veía el firme y la cantidad de baches no era lógica. Cada dos por tres los bajos de mi coche sufrían impactos que sentíamos todos como un eco en nuestros esfínteres, los cuales y al menos por mi parte estaban muy apretados y rugiendo por abrirse para eliminar el fétido elemento orgánico producto de los nervios. Nuestra única guía, luz salvadora, y tranquilizador símbolo, eran las tenues luces del otro coche.
Pero de repente. Un gran golpe en los bajos hizo estremecer el coche y cual Titanic rozando un iceberg, empezamos a notar que estábamos arrastrando el culo del coche contra el suelo hasta un punto en el que nos quedamos encallados y con dos ruedas al aire, huérfanas del firme de aquella seudo carretera.
Raudo y veloz, apagué el motor y bajamos todos del coche como pudimos, y es que aquello se balanceaba y crujía. De esa en mi casa me mataban por cargarme el coche. Como no veíamos nada pedimos auxilio al coche de adelante y tras un buen rato aparecieron todos con linternas en la mano. Nuestras caras eran un verso cuando apareció la realidad a la luz de las linternas.
Toda la carretera, no era carretera. Todo el camino, no era camino. Todo el sendero, no era sendero. Aquello era lo más parecido al CAUCE DE UN TORRENTE SECO. Era imposible que hubiésemos circulado por allí. ¿Cómo habíamos acabado allí si el mapa indicaba que había una carretera y muy buena que subía al monte Oiz? ¿Cómo era posible que hubiésemos podido circular por aquel aglomerado de hoyos, pedruscos y limo con dos vehículos y que vehículos…?
Tras serenarnos todos y tomándolo con un falso buen humor, entre todos conseguimos y a base de acabar de destrozar los bajos del coche, empujarlo a suelo firme. Tras esto decidimos ir los dos coches pegaditos así ir mas seguros y que a la vez el otro coche que iba mas rápido y por una razón que en breve descubriríamos, sirviese de guía a mi vehiculo.
Iniciamos la marcha una vez más entre saltos y socavones y guiándonos por las luces traseras del otro vehiculo, en una oscuridad totalmente anormal. Pero cuando ya parecía que cogiamos marcha y el firme empezaba a ser amable con nosotros, los bajos de mi coche volvieron a quejarse en un estruendo de arrastre de hojalata. Había perdido el tubo de escape, y lo llevaba arrastrando. Aquello no podía ir peor, estaba dejando el coche a piezas por el camino. Pero henchido en rabia, decidí seguir dándolo todo por perdido. Así que seguimos con el ruido de latas arrastrándose cual coche de recién casados,
Tras unos 15 minutos mas de rally rural extreme y con música de latas por el suelo, el coche se sumergió en un silencio y se dejo de balancear. Estábamos en un tramo de césped bien cuidado y mullidito. En ese momento liberé todo mi estrés a través de mi esfínter con las consiguientes disculpas hacia mis malogrados compañeros de viaje, y es que aquello nos tranquilizó a todos. Hasta tal punto me tranquilicé, que en un atisbo de cordura me di cuenta de que………………………………………………. HABIA PASADO TODO AQUEL INFIERNO DURANTE MEDIA HORA SIN HABER ENCENDIDO LAS LUCES!!!!!! AGGGGGGGG. Ahí estaba la explicación de mis percances y mi lentitud. Ahí estaba la explicación del porque de aquella extraña y pesada oscuridad. Ahí estaba la explicación, que no era otra más que si llego a ser más tonto y despistado no nazco.
Ya mas tranquilos y viendo la noche de otro color (que gran invento el poner las luces del coche) seguimos por un suave sendero revestido de césped y aunque arrastrando el tubo de escape, todos empezamos a bromear y a reírnos pues veíamos que estábamos “salvados” y que en breve llegaríamos al refugio/capilla de la que nos habían informado.
Y así fue. Al poco y tras ser enfocado por las luces de los coches, apareció lo que seria nuestro refugio y más tarde nuestro castigo…..
(En breve el próximo episodio)
Que acogedor es nuestro mausoleo (La Cabaña Maldita) CAPITULO 4
…. Próximamente…..
La Bestia de Ojos Luminosos (Al Diablo le Gustan las Patatas) CAPITULO 5
…. Próximamente…..
La Aparición Fantasmal (El Perro y yo, ya no somos amigos) CAPITULO 6
…. Próximamente…..
No estamos solos y me entero cagandome en medi de una manifa del PNV y con la TV delante (Los Otros llevan boina y hablan euskera. Con que me limpio el culo?) CAPITULO 7
…. Próximamente…..
A medida que vaya completando estos capitulos, pues ahora no tengo ganas y ya con esto he saciado mi ansia historil de hoy. Ya ire editando el titulo del hilo indicandolo.
Un abrazo!