Actualmente cada vez hay más gente que parece disfrutar más hablando de videojuegos que jugándolos. O peor todavía, hablando únicamente sobre la parafernalia del mundillo, llamémosla "salsa rosa videojueguil".
Últimamente Sony es la niña fea de los medios especializados. Ciertamente es lógico que después del precio de PlayStation 3 y algunos errores estratégicos haya un cierto descontento, pero el grado de impopularidad parece llegar al linchamiento últimamente. Noticias distorsionadas, declaraciones fuera de contexto y mal traducidas, exageraciones... En otras palabras, sensacionalismo y mala uva en función de la polémica barata.
Desde luego Sony merecía un tirón de orejas, pero hay quien se empeña en pedir las dos orejas y el rabo.
El último caso, y el que mejor ilustra el tema de este artículo de opinión, es la noticia de los últimos despidos en Sony. La ecuación es fácil, y a esta conclusión parecen haber llegado las revistas especializadas: PS3 no vende como se esperaba y hay despidos, luego Sony despide a la gente porque PS3 no vende como se esperaba. Es una conclusión lógica y fácilmente vendible, así que en las webs de medio mundo ya se puede leer cómo una ola de despidos hace temblar la cúpula de Sony.
Pero algo falla. Y es precisamente la labor periodística, que deja en evidencia una vez más la escasa profesionalidad del sector informativo de videojuegos.
Según
GameDaily, el único medio que parece haberse preocupado por investigar el tema, los despidos en América podrían no haber llegado a afectar ni a 50 personas (en lugar del centenar que barajaban algunos sitios). Nada más lejos del supuesto "éxodo masivo" al que hacían referencia algunas de las webs más ramplonas.
No sólo eso. En realidad esos despidos ni siquiera están relacionados con PlayStation 3 a nivel de desarrollo, sino que eran mayormente puestos relacionados con financias, márketing y ventas.
No han acertado un dato ni de casualidad.
Por supuesto, esta clarificación no trascenderá. Ni es vendible al público ni los redactores estarán dispuestos a reconocer que han hecho el ridículo.
No es la primera vez que el sensacionalismo hace una bola de nieve de una nada, y tampoco será la última. La polémica crea visitas, y las visitas dan dinero.
Bienvenidos a la era de la (des)información.