Siempre que metemos elementos de fuera (coches, vinos, tías...) acabamos centrando la polémica en el ejemplo y no se trata de eso.

Olvidaos del vino.

Si alguien hace una prueba ciega y descubre, simplemente, que no es capaz de escuchar grandes diferencias entre dos lectores o dos amplis, es suficiente para mirar las etiquetas de precio de los cacharros con otra actitud.

Luego se comprará lo que le guste por estética, por precio, por color o por marca.

Libremente y bien informado.

Nada más.


En todo caso, aplaudo el espíritu inquieto de los que se sientan a hacer la prueba. Probar nunca ha sido malo, sino todo lo contrario. Si compruebas que sí hay diferencias, serás feliz. Y si compruebas que no las hay, serás feliz. No pierde nunca nadie.

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