Pues si que tiene paralelismos con el filme de Lamberto Bava. Bastantes diría yo. En realidad yo siempre he sostenido que todas las pelis de zombis/infectados velocistas tienen, en cierto modo, la mirada furtiva puesta en ese filme, que es uno de los que más me acojonó durante mi adolescencia (la secuela mejor la obviamos por ser una payasada inenarrable).
Y es que para mí una de las grandes virtudes de Rec reside en que, tirando de mil y una influencias ,al final acaba construyendo un discurso propio donde quizá el salto más abrupto acontece en el último acto, que es cuando el paralelismo con cierta película resulta harto notorio, derivando en un final que, a poco que te menejes dentro de género, hace intuible hasta la manera en la que va a construirse la escena última que cierre el filme, más que nada porque desde que se empieza a gestar la trajedia ya te dan pistas suficientes del destino de algunos personajes.
De todas maneras, es justamente ese final en seco una de las cualidades más seductoras del cine de Balagueró, presente en su ópera prima "Los sin nombre", que te deja con esa sensación de bofetada en la cara preguntándote "bueno, ¿y ahora?".
Aún recuerdo regresar sólo a mi apartamente en la Calle Barcelona de Sitges tras ver la película, y subir las escaleras inspeccionando cada esquina antes de dar un paso, con un tembleque de ansiedad importante (más o menos la misma sensación que ocho años atrás me produjo "Los sin nombre"). Lo peor fue entrar al piso y ver que ninguno de mis compañeros había llegado aún. Sería la 1:00 de la mañana y el suelo de parqué crugía con el refrescar del aire nocturno. Encendí todas las luces y a la hora de ir a la cama aquello fue una carrera en la que iba pulsando interruptores dejando oscuridad a mi espalda, mentalizado de que llegar a la cama y envolverme hasta la cabeza con el edredón era la salvación. Al final lo conseguí pero era peor porque estaba inmovilizado bajo la manta, sin intención de articular un músculo y respirando, igual que en mi niñez, por el huequecito que dejaba un trozo de funda que no estaba firmemente adherido al forro del colchón. No recuerdo cuando me dormí, pero si que el rato hasta que ocurrió se me hizo una eternidad, recordando la jodida imagen de la "niña Medeiros" y con mi imaginación jugandomela para hacerme sentir su letal presencia entre las sombras de la habitación.
Lo bueno fue que al despertar era un soleado y nuevo día. Impagable sensación esa.