20. THE CURSE OF THE WEREWOLF (1961, LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO)
Director: Terence Fisher.
Producción: Hammer Film Productions Ltd. / Universal-International Pictures Co., Inc.
Distribución: Rank Film Distributors Ltd. (Reino Unido) / Universal Pictures Co., Inc. (EUA).
Productor: Anthony Hinds.
Guion: Anthony Hinds (bajo el pseudónimo de John Elder), basado en la novela “The Werewolf of Paris” de Guy Endore (Nueva York, 1933).
Diseño de producción: Bernard Robinson.
Fotografía: Arthur Grant (en Technicolor y formato panorámico).
Música: Benjamin Frankel.
Montaje: Alfred Cox, supervisado por James Needs.
Reparto: Clifford Evans (Alfredo), Oliver Reed (León), Yvonne Romain (Sirvienta), Catherine Feller (Cristina), Anthony Dawson (El Marqués Siniestro), Josephine Llewellyn (La marquesa), Richard Woodsworth (El mendigo), Hira Talfrey (Teresa), Justin Walters (El joven León), John Gabriel (El sacerdote).
Duración: 1 h 32 m 39 s. (Copia en BD editada por Divisa en 2020).
Rodaje: del 12 de septiembre al 2 de noviembre de 1960.
Estreno (Reino Unido): 1 de mayo de 1961, con preestreno el 12 de abril.
Estreno (EUA): 7 de junio de 1961.
LA MALDICIÓN DE FRANKENSTEIN (1957), la película que lo inició todo (aunque igualmente podríamos retrotraernos a EL EXPERIMENTO DEL DR. QUATERMASS (1955) si queremos ser todavía más precisos), no contó con el beneplácito de la Universal (ahora convertida en Universal-International), algo de lo que rápidamente se arrepentiría dado el formidable éxito de público (que no de crítica) que consiguió a uno y a otra lado del Atlántico.
Como decía la U-I tomó buena nota y de esta forma abrió sus viejos baúles donde descansaban los esqueletos de sus “monstruos” más famosos, El Fantasma de la Ópera, El Conde Drácula, El Monstruo de Frankenstein, La Momia y el Hombre Invisible y los puso a disposición de la Hammer con el fin de que esta los actualizara a los nuevos tiempos.
De todos ellos únicamente el Hombre Invisible no sería objeto de remake.
Y sólo la segunda versión de El Fantasma de la Ópera, la de 1943, fue rodada en Technicolor.
Lo que nos lleva al hecho de que la película hoy comentada fue la primera dedicada al Hombre Lobo que fue filmada en Technicolor.
- Por cierto, me gustaría indicar que en la, por lo general, espléndida copia de Divisa que ha servido como fuente para el comentario, se ha eliminado de los títulos de crédito el tipo de color usado en la misma, tal vez porque la versión norteamericana (por cierto, menos censurada que la británica) se exhibió en Eastman Color, como se puede apreciar en los pósteres que adjunto como prueba testifical.
- Nótese el burdo tachonazo que parece hecho con un rotulador grueso. -
Algo, lógicamente, a lo que es ajeno la distribuidora española puesto que todas las copias internacionales presentan el mismo defecto.
Al César lo que es del César. -
Si echamos la vista atrás, en concreto desde LAS DOS CARAS DEL DR. JEKYLL, la situación de Terence Fisher en la Hammer estaba empezando a ser un tanto incómoda.
Y es que pese al gran éxito de LAS NOVIAS DE DRÁCULA (que vuelvo a recordar se rodó más tarde que la anterior pero se estrenó antes), los sucesivos fracasos de dos de las películas más personales (e incomprendidas) de su director, la anteriormente citada y la hoy comentada, unido al endurecimiento del BBFC (el organismo censor británico) le llevarían a un callejón sin salida con una versión notablemente edulcorada (a falta de revisarla para este foro) de la criatura ideada por el francés Gaston Leroux.
Luego vendrían un par de años de ostracismo hasta su rehabilitación a partir de la espléndida (e igualmente incomprendida) LA GORGONA (1964) y, especialmente, su regreso a los orígenes con las continuaciones del Conde Drácula (DRÁCULA, PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS (1966) – la “auténtica” secuela de DRÁCULA (1958)… -) y del Monstruo de Frankenstein (FRANKENSTEIN CREATED WOMAN (1967), que bien podría ser una (ingeniosa) parodia de Y DIOS CREÓ LA MUJER (1956), de Roger Vadim...).
Si la gestación de LAS NOVIAS DE DRÁCULA (un Drácula sin Drácula, toda una hazaña, sin lugar a dudas) fue ya bastante laboriosa, con hasta cuatro guionistas consecutivos para elaborar un libreto que por lo mismo presenta notables desajustes (lo cual nos da idea del capital trabajo tras las cámaras de Fisher, sin duda uno de los mejores de toda su filmografía), LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO no le fue a la zaga, aunque más que en la gestación los verdaderos problemas vendrían más tarde, como comentaré enseguida.
Como bien sabéis la Hammer, que recordemos era una pequeña compañía a pesar del formidable éxito económico de sus películas, era notoriamente cicatera a la hora de presupuestar sus películas y por ello solía rodárlas back-to-back o sea, a pares, con el fin de reutilizar no sólo los decorados sino también buena parte del equipo técnico y de los repartos.
La Universal ya había filmado en los años ‘30 y ‘40 varios títulos en los que el protagonismo recaía en el Hombre Lobo. Y no lo había hecho nada mal, al menos si nos circunscribimos a sus dos primeras entregas, la reivindicable EL LOBO HUMANO (1935), de Stuart Walker y la fundacional EL HOMBRE LOBO (1941), de George Waggner.
- Tampoco estaba (tan) mal el primero de los “cócteles” que unió a dos (o más) “monstruos” de la casa, FRANKENSTEIN Y EL HOMBRE LOBO (1943), de Roy William Neill, con Bela Lugosi encarnado ¡por fin! a la Criatura.
Y es que no está mal recordar que Lugosi fue la primera opción para el papel bajo la batuta de Robert Florey pero ambos fueron apartados en el último momento en beneficio de Boris Karloff y James Whale, sin duda el director de cine fantástico más importante de los años ‘30. -
La Universal tenía los derechos cinematográficos de la novela de Guy Endore (que también trabajó como guionista en títulos como LA MARCA DEL VAMPIRO (1935) y MUÑECOS INFERNALES (1936), ambos de Tod Browning o la recientemente comentada por el querido compañero mad dog earle en “el otro rincón” TAMBIÉN SOMOS SERES HUMANOS (1945), de William A. Wellman o el canto del cisne del gran John Garfield, YO AMÉ A UN ASESINO (1951), de John Berry) y los subarrendó a la Hammer con todos sus parabienes.
Mientras Michael Carreras, el “otro” productor de la compañía, nieto de Enrique e hijo de Jaime Enrique – todos ellos, como bien se ve, de ascendencia catalana -, estaba muy ilusionado con un proyecto propio (ese otro “back-to-back” al que me refería antes) que tenía como sujeto la (terrible) Inquisición española y titulado primero “The Rape of Sabena” y luego “The Inquisitor”.
Como antes decía, para ahorrar costes, ambas historias transcurrirían en nuestro país, lo que obligó a cambiar la localización original de la novela de Endore, París, por una ciudad española de nombre indeterminado.
- Me gustaría recordar, de todas formas, que la primera adaptación a la gran pantalla de la novela, EL LOBO HUMANO, transcurría igualmente en Londres. -
Cada película iba a ser cofinanciada (y distribuida) por una compañía diferente, en el caso del proyecto de Carreras por la Columbia y en el de Hinds por la Universal-International.
Sin embargo, la Columbia, pese a los sustanciosos emolumentos que había conseguido a nivel tanto nacional como internacional por sus colaboraciones con la Hammer decidió en el último momento echarse atrás.
James Carreras, que estaba en ese momento al mando de la compañía y que ya había sido avisado por el BBFC de los serios problemas que podría ocasionar una historia tan sórdida como la de nuestra Inquisición, decidió archivar el proyecto de su hijo y por contra acelerar el remake del Hombre Lobo.
Estaba visto que las grandes compañías norteamericanas querían jugar sobre seguro y centrarse en el tipo de cine de terror que había hecho famoso a la Hammer.
Por supuesto Michael no se tomó nada bien la decisión (tal vez lógica, por otra parte) de su progenitor y de forma fulminante abandonó la compañía (aunque temporalmente, como veremos más adelante conforme vaya avanzando la revisión) y creando la suya propia, Capricorn Productions, con la que por cierto elaboró el que podría considerarse como el primer spaghetti western de la historia del cine, TIERRA BRUTAL (1962).
Antes hacíamos referencia al libreto de LAS NOVIAS DE DRÁCULA.
Pues bien, Anthony Hinds, el “otro” productor de la compañía, que ya había ejercido de guionista (anónimo) en la anterior cinta de Fisher, la ya reiteradamente mencionada LAS NOVIAS DE DRÁCULA, se encargaría del libreto aunque usando el pseudónimo de John Elder.
Si en LAS NOVIAS Hinds se encargó de tapar los (numerosos) agujeros que presentaba el guion de Sangster > Bryan > Percy, aquí elaboró un libreto que con la apoyatura visual del excelso Terence Fisher bien podría considerarse como la mejor película que sobre el Hombre Lobo haya sido jamás llevada a la gran pantalla.
Y es que LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO tal vez no sea la mejor película de Fisher pero sí seguramente su obra maestra.
Luego trataré de explicar semejante contradicción.
Una película además hermanada con LAS DOS CARAS DEL DR. JEKYLL porque ambas comparten ese poso de tristeza que las hace tan atractivas y seguramente por ello menos apreciadas por los amantes del cine fantástico y/o de terror.
Y una película que además empieza como acaba, con las lágrimas del personaje encarnado por Oliver Reed (en su primer papel protagonista en la Hammer) y que sólo al final comprenderemos el por qué de las mismas.
- Unas lágrimas que fueron eliminadas del montaje por presiones del BBFC, lo que provocó el que se tergiversase por completo el final de la película, sin duda el más bello y el más triste de todas las películas de la filmografía de su director y, por extensión, de la Hammer. -
El primer tramo de la película, que abarca más de la mitad de la misma y en el que se nos narra el origen de la maldición del hombre lobo, es seguramente lo mejor que jamás dirigiera Terence Fisher en toda su carrera.
Si en DRÁCULA el personaje principal, el Conde, encarnado por un imponente Christopher Lee, tenía una presencia en pantalla mínima y apenas diálogos, lo que no impedía que fuese precisamente su ausencia lo que sustentaba el entramado dramático de la historia, igualmente en LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO el personaje de León cuando toma los rasgos de Oliver Reed únicamente ocupa la segunda mitad de la película, en concreto desde el minuto 47 (de 93).
Fisher tenía en la más alta estima esta película a la que prefería llamar y con razón una historia de amor y no una historia de horror. Aunque yo diría que hay más de una historia de amor, como intentaré explicar.
De hecho, la misma bien podría ser una recreación del mito de la Bella y la Bestia puesto que sólo el amor puro e incondicional de una doncella podrá evitar que León se convierta en un Hombre Lobo.
Sin embargo y aun coincidiendo en buena medida con Fisher lo cierto es que, en mi modesta opinión, los mejores momentos de la película se encuentran en la primera mitad, aunque igualmente la segunda tiene magníficas secuencias como cuando León se convierte en Hombre Lobo mientras está encerrado en prisión junto al inefable Michael Ripper.
Y aunque el director no pudiera ya contar con su operador favorito, Jack Asher, cuyo tratamiento del color sentó escuela en directores coetáneos a uno y otro lado del Atlántico, como en el caso de Mario Bava o Roger Corman, su sucesor, el prematuramente fallecido Arthur Grant (1915-1972), firmó el que tal vez sea su mejor trabajo para la Hammer, junto al de DRÁCULA VUELVE DE LA TUMBA (1968), donde estuvo bien aconsejado por el también director de fotografía Freddie Francis.
Grant logra un cromatismo notablemente mimético al de Asher, especialmente en la escena comentada, acentuando con los colores primarios las escenas más dramáticas de una forma francamente admirable.
Pero como decía, el tramo inicial es donde Fisher echó el resto y recuerda en buena medida, aunque mejorado, el igualmente magnífico inicio de EL PERRO DE BASKERVILLE (1959).
En ambos, además, se nos narra el origen de la maldición y no sólo eso sino que el mismo deviene del abuso de poder de la nobleza sobre la plebe.
De esta forma el mendigo encarnado por el gran Richard Wordsworth (el (auténtico) protagonista de la espléndida EL EXPERIMENTO DEL DR. QUATERMASS), el astronauta Victor Carroon) se convertirá de forma involuntaria en Hombre Lobo cuando es encerrado de por vida por el malvado Marqués Siniestro (sic), un igualmente espléndido Anthony Dawson (al que todos los hitchcockianos recordarán por su papel de asesino en la muy estimulante CRIMEN PERFECTO (1954)) cuando este se siente ofendido por un comentario inocente del primero referido a su reciente matrimonio con un joven y bella plebeya.
El largo confinamiento del mendigo, que irá convirtiéndole de hombre en bestia (como afirmaba el Marqués de forma tan brutal durante su banquete de bodas), sólo se verá mitigado en parte por las visitas de la hija del carcelero, una niña muda que siente lástima por él y por su injusto encarcelamiento.
Sin embargo, los años pasan y el mendigo sufrirá una transformación no sólo psíquica sino también física.
En este caso la conversión en Hombre Lobo no se produce por la mordedura de otro sino simplemente por el grado de bestialidad al que ha quedado reducido el vagabundo y que Fisher nos muestra con toda su crudeza.
Por su parte el malvado Marqués, al que su joven esposa sólo le duró un abrir y cerrar de ojos (Fisher nos deja intuir el por qué sólo con las miradas lascivas que le lanza su cónyuge), también ha acabado por convertirse en un monstruo.
Curiosamente aquí la censura no puso demasiadas objeciones lo cual no deja de ser sorprendente puesto que el grado de degradación al que ha llegado el Marqués, como el que se observa en el retrato de Dorian Gray, es ciertamente espeluznante.
De hecho, seguramente Roman Polanksi tomó buena nota del mismo cuando realizó su simpática EL BAILE DE LOS VAMPIROS (1967), en especial la magnífica escena del susodicho baile, donde vemos a los vampiros en toda su podredumbre.
El Marqués, ahora solo y abandonado por los que consideraba sus amigos (un grupo de degenerados igual que él), se verá inmediatamente atraído por la belleza de la joven sirvienta.
Su inicial rechazo será castigado con su encarcelamiento...
... casualmente en la misma celda en la que lleva langideciendo el mendigo y que ha recorrido el mismo camino que el Marqués en su degradación como ser humano aunque en este caso de forma totalmente involuntaria.
El mendigo, completamente brutalizado, será incapaz de reconocer en la joven a esa niña que se apiadó de él durante sus largos años de cautiverio y en una escena atroz, aunque sea en off visual, será violada sin contemplaciones por el mismo.
Humillada y ultrajada, la joven será requerida de nuevo por el Marqués con el fin de saciar sus bajos instintos pero la sirvienta acabará con su vida como él acabo antes con su honor.
La joven finalmente huirá del siniestro (como el nombre de su dueño) castillo y finalmente será encontrada al borde de la muerte por Don Alfredo Carido (Clifford Evans, al que también veremos en KISS OF THE VAMPIRE (1964), la primera película de vampiros de la Hammer sin Cushing y/o Lee y del que oímos su voz en off durante la mencionada primera mitad de la película).
Don Alfredo, contado con la ayuda de su sirvienta, la gentil Teresa (Hira Talfrey), se encargará de cuidar de la joven.
Sin embargo, lo que no sabe el primero es que la misma está embarazada…
El niño (encarnado un poco más adelante por Justin Walters, quien ciertamente tiene un más que notable parecido con Oliver Reed) nacerá el mismo día que el Hijo de Dios, lo cual es visto como un mal presagio por Teresa y que Fisher se encarga de acentuar de manera magnífica como en la escena en que el agua de la pila bautismal parece hervir y se refleja en la misma el rostro de un horrible gárgola.
Como vemos tanto el mendigo como la sirvienta como el hijo (no deseado) de ambos son seres inocentes a los que el destino les ha conducido a un callejón sin salida.
Nunca como en esta película ha quedado mejor explicitada la abismal diferencia entre las clases superiores y las inferiores, uno de los temas esenciales en la filmografía de Terence Fisher.
Y nunca fueron las miradas tan importantes en la obra de su director como en esta película.
Después de una mitad tan extraordinaria es difícil que la película mantuviese el mismo nivel pero lo cierto es que aunque (relativamente) inferior Fisher logra articular en esa segunda mitad una hermosa historia de amor pero no sólo la que se da entre la joven (y virginal) Cristina (una escasamente agraciada Catherine Feller) y León, sino también la más continuada entre este y su padre.
Y es que si la pureza de los sentimientos de Cristina impiden que León se convierta en Hombre Lobo, el amor de Don Alfredo por su hijo será todavía más decisivo cuando sea él quien acabe con su vida.
Y por ello esas lágrimas que se nos escamotearon son tan absolutamente fundamentales.
Nunca la expresión “los pecados de los padres los heredan los hijos” ha sido mejor contrastada, puesto que ni el mendigo ni la sirvienta cometieron (conscientemente) pecado alguno y mucho menos el fruto de un acto meramente bestial.
Por ello LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO es la película más triste de Terence Fisher y las lágrimas de León, unas lágrimas de liberación, son el mejor testimonio de la grandeza de esta película.
Buenas noches y, buena suerte.
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