Cierto. Adermás, aunque el material de partida puede que no le resultara nada atractivo, lo lleva bastante a su terreno, salvo quizá un cierto tufillo conservador, que no es habitual en Bergman, esa contraposición entre el ambiente tranquilo e inocente del pueblecito donde se inicia la historia y la sordidez de los ambientes urbanos, como si lo malo viniera de la ciudad (o se tuviera que refugiar en ella, como hizo en su día la madre de la protagonista), mientras que lo bueno es patrimonio del pueblecito a donde vuelve con la cola entre piernas la hija.
Lo interesante es que, a pesar de todos los problemas que Bergman dice que tuvo en la realización de la película, el resultado formal me parece más que correcto.