Piratas (Pirates) (1986)
No la había vuelto a ver desde su estreno y conservaba de ella un recuerdo bastante vaporoso. Una vez revisada entiendo el porqué. ¿Qué empujó a Polanski a hacer este film, proyecto que le costó muchos años llevar “a buen puerto”? Ya se planteó hacerlo después de Chinatown, y quería contar con Jack Nicholson como protagonista, pero en los 70 no salió adelante. Después de un largo lapso de tiempo sin dirigir, que ya comentamos el otro día que fue en parte el efecto secundario del problemático rodaje y, sobre todo, comercialización de Tess, Polanski al fin consiguió convencer a un productor tunecino, Tarak Ben Ammar, de embarcarse (nunca mejor dicho) en esta aventura, en la que buena parte del elevado presupuesto se destinó a construir el galeón español Neptuno, auténtico protagonista del film, aunque a decir verdad, creo que no hacía falta tanto gasto para el resultado que vemos en pantalla. El barco, considerado la más grande pieza de atrezo de la historia del cine (imdb dixit), todavía flota, amarrado en el puerto de Génova.
Una aventura de piratas en plenos 80 parece una excentricidad, aunque no fue la única, y todas fueron un fracaso comercial (quizá la otra más conocida es La isla de las cabezas cortadas... y quizá la mejor el inicio de The Meanig of Life, de los Monty Python). Polanski cuenta en sus memorias que le encantaba de niño ver los films de Errol Flynn, por lo que lo podemos considerar quizá un aficionado al género de aventuras, pero de ahí a embarcarse en lo que en muchos momentos parece una parodia hay un abismo. Da la impresión como si hubiera querido repetir la experiencia de El baile de los vampiros, cambiando los films de terror de la Hammer por los brillantes films de piratas de la época dorada de Hollywood. Pero empieza por fallar en algo esencial: el reparto. El protagonista, el capitán Red (una especie de codicioso capitán Hook caricaturesco), está interpretado por un poco adecuado, a mi modo de ver, Walter Matthau (desde luego la opción de Nicholson me parece más adecuada). Matthau, además, no congenió con la manera de dirigir de Polanski por lo que el rodaje no fue precisamente fácil. Pero todavía me parece más erróneo dejar en manos de dos debutantes los otros papeles principales: el de la mano derecha de Red, Frog (un sosísimo e inexpresivo Cris Campion; al parecer Polanski acarició la posibilidad de interpretar él el papel, pero quizá a sus 52 años hubiera sido excesivo), papel que requería un dinamismo y una simpatía que no aparece por ninguna parte en el actor francés; y el de la dama, presencia imprescindible en este tipo de films, la sobrina del gobernador de Maracaibo, Dolores (Charlotte Lewis, de presencia sumamente ordinaria, vulgar, lo que después de enamorarnos de Nastassja Kinski en Tess resulta un contraste brutal).
El resto, cumple más o menos, pero faltan esos actores de carácter que daban densidad a los clásicos, algo que no consigue el estirado Damien Thomas como Don Alfonso (se dice que se barajó el nombre de Timothy Dalton, lo cual hubiera sido un acierto, pero se cayó del proyecto para ser Bond, James Bond) o Olu Jacobs como Boomako.
El guion de Polanski y Gérard Brach carece de algo esencial en el cine de piratas: ese romántico espíritu libertario presente siempre en los films clásicos, que tan bien había retratado Espronceda en su famosa “Canción del pirata” (que nos teníamos que aprender de memoria en la escuela de mi infancia y que todavía recuerdo en parte).
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
El capitán Red es un personaje que no tiene ninguna grandeza, es vulgar y marrullero, se guía solo por conseguir el oro del trono azteca de Kapatek-Anahuac, el MacGuffin de la historia, sin mostrar siquiera la simpatía arrebatadora de los personajes que encarnaron Errol Flynn, Tyrone Power, Burt Lancaster o la bella mujer pirata, Jean Peters. ¿Un film de piratas materialista? Tampoco, porque ese mundo colonialista español contra el que lucha para beneficio propio es de puro cartón piedra, sin ningún grosor argumental. Hay momentos en que parece que estemos viendo las viñetas de un cómic, a lo cual ayudan algunos efectos especiales bastante pobres, como el tiburón o la serpiente, y un humor muy primario.
Red y Frog son como una versión piratesca del profesor Abronsius y Alfred, o aún mejor, como el gordo y el flaco de Le gross et le maigre, o esa pareja en disputa permanente de Ssaki. Creo que Polanski en algunos momentos tiene la tentación de moverse en el terreno del humor absurdo, y eso no suele ser de mi gusto.
La historia tiene, para que se note que es de Polanski, una estructura circular. Empezamos viendo a Red y Frog en una balsa, como náufragos de algún combate que desconocemos: Cuando el hambre lleva a Red a intentar comerse a Frog (como el capitán Haddock intentaba hacerlo con Tintín), aparece un vistoso galeón español, portador del trono azteca.
Se encaraman al bajel justo a tiempo para ver cómo se castiga a latigazos a unos tripulantes (que parecen más esclavos que marineros). Encerrados en la bodega, Red contempla por un agujero de la pared (otro de esos detalles marca de la casa) el resplandeciente tesoro, siendo el deseo de apropiarse de él lo que guiará todos sus pasos. Red provocará un motín arrojando una rata muerta en la comida, pero en esta ocasión le saldrá el tiro por la culata: se la tendrá que comer.
Pero cuando va a ser colgado, junto a Frog y otros amotinados (entre ellos Boomako, el cocinero negro), consigue liberarse y tomar el control de la nave (mediante una maniobra poco verosímil, y filmada de manera muy plana, sin el dinamismo coreográfico habitual del género). Una vez se ha apoderado del bajel, y se ha autoproclamado capitán, se dirige a tierra donde intenta vender a los rehenes, sin éxito. Hay un detalle atractivo pero creo que mal desarrollado: Red obliga a que se enfrenten entre sí dos de los prisioneros españoles, montados sobre otros dos prisioneros.
![]()
Uno de ellos, Don Alfonso, mata al otro. Pero los prisioneros consiguen escapar y recuperar el Neptuno, mientras Red se emborracha. Aquí Polanski introduce una elipsis que salva mediante un rótulo, un recurso que parece talmente una forma de acortar metraje (¿qué te parece, Alex?). Red se hace con un bergantín e inicia la persecución del Neptuno, llegando hasta Maracaibo e infiltrándose en el palacio del tío de Dolores, el gobernador, que se encuentra postrado en la cama con un ataque de gota. Red fuerza a que el gobernador le firme un documento que le permitirá recoger el trono (todo ello muy inverosímil y falto de gracia), pero cuando huyen trasportándolo en una barca él, Frog y el trono, quedan atrapados en la cadena que cierra el puerto.
Encerrados en las mazmorras de la fortaleza, a la espera de ser ejecutados al garrote vil (una escalofriante imagen, quizá la más impactante de la película, nos muestra a un grupo de amotinados, expuestos en la plaza pública, muertos por el garrote), son rescatados por los piratas aún libres. Se inicia, pues, una nueva persecución del Neptuno.
El último segmento del film nos muestra el abordaje final de los hombres de Red, que consigue hacerse con el trono, mientras Frog lucha a espada con Don Alfonso para llevarse a Dolores (y es que la pareja se ha enamorado... aunque uno no lo comprenda). A pesar de sus esfuerzos, Frog no consigue a Dolores, que queda en poder de Don Alfonso en un bote de salvamento, mientras se incendia el Neptuno. Red, Frog y el trono, de nuevo unidos, quedarán a la deriva, sin rumbo, pero de momento esta vez con un jamón y una botella de vino.... y el oro del trono, claro.
Rodada en Malta, Túnez y las Seychelles, la película me parece completamente innecesaria, no aporta nada. No se puede decir que sea un mal film, se visiona sin bostezar (son dos horas), pero también sin ninguna emoción. Para la ocasión Polanski contó con Witold Sobocinski, director de fotografía polaco que había trabajado con Wajda, Zanussi, Has, etc. La banda sonora es de nuevo responsabilidad de Philippe Sarde, que a mi modo de ver compuso una partitura demasiado presente en el film, como si con ello Polanski intentara insuflar a las secuencias el dinamismo que no consiguió en la filmación y el montaje (no como las de Korngold, por ejemplo, que se ajustaban como un guante a las imágenes).
En resumen, si se quiere ver una de piratas, recomiendo elegir algún título clásico, de Curtiz, King, Siodmak o Walsh, antes que este pálido reflejo de lo que fue el género. Y la semana que viene, Polanski se nos pone hitchcockiano con Frenético. ¿Otra parodia?




LinkBack URL
About LinkBacks








Citar