Oliver Twist (2005)



Polanski decidió rodar una nueva adaptación del clásico de Dickens porque, según cuenta la leyenda (en este caso, puesta en circulación por él mismo), quería hacer una película que pudieran ver sus hijos, para lo cual su mujer, Emmanuelle Seigner, le sugirió el texto dickensiano, aprovechando que llevaba ya casi 50 años sin llevarse a la pantalla grande (desde el Oliver, de Carol Reed, en clave de musical, y que lanzó a la fama, corta fama, al rubito Mark Lester). Así que con la ayuda de sus colaboradores Robert Benmussa y Alain Sarde como productores, y guion nuevamente de Ronald Harwood, Polanski levantó un costoso proyecto, el más elevado de su carrera, rodado en la República Checa.

Como no he leído la novela de Charles Dickens, no puedo decir nada sobre hasta qué punto la inevitable recensión de la obra literaria es importante o no (al parecer desaparecen personajes y se modifican algunas tramas), ni si es una adaptación que, a pesar de todo, se mantiene fiel a la esencia del original. A falta de tener conocimiento de la novela, he revisado la famosa adaptación de David Lean, Oliver Twist, de 1948, con el resultado de que, al margen del grado de fidelidad a Dickens que no puedo juzgar, el film de Lean es superior, y de largo, en todos los terrenos al de Polanski.

De hecho, Polanski entrega una adaptación sumamente plana, acartonada, falta de vitalidad, convencional, podría ser una miniserie televisiva. A pesar del buen trabajo tras la cámara del polaco Pawel Edelman, una música inquietante por momentos de Rachel Portman, y la evidencia de un costoso diseño de producción en decorados y vestuario, la esencia del film, su pulso narrativo, es un tanto alicaído. En ello influye, aunque no es lo principal, que el personaje de Oliver Twist no tiene pasado (algo que gusta siempre a Polanski), es un huérfano del que no sabemos nada más que la obviedad de no tener padres, con lo cual cuesta sentir empatía por el niño, mucho más si el intérprete, un soso Barney Clark, no consigue despertar nuestra atención (¡qué diferente el vivaracho John Howard Davies de la versión de Lean!).



Aparece en pantalla (después de unos grabados de Doré) a los 9 años, entrando en un hospicio donde trabaja sacando estopa de las cuerdas,



y de donde saldrá con destino a una funeraria cuando tenga un gesto de rebeldía (pedir más comida).



La junta del hospicio, así como los empleados de la institución, tienen un aire caricaturesco que entiendo que proviene de Dickens (también Lean les da ese tono). Fracasado su trabajo en la funeraria (por la inquina que le muestran la patrona y un joven empleado del negocio), Oliver emigrará a Londres, viajando a pie a través de los campos (pide ayuda en una granja y quien abre la puerta es... Morgane Polanski, la hija del director; más tarde, en las calles de Londres también tendré una breve aparición Elvis Polanski, su hijo).

Una vez en Londres, se ganará la atención de Dodger (Harry Eden), un bribonzuelo carterista,



que pertenece a la banda de Fagin, un tétrico perista que capitanea un grupo de muchachos y alguna muchacha descarriados. Fagin es otro de los personajes clave: aquí lo encarna Ben Kingsley en una interpretación para mi gusto demasiado afectada (me parece muy superior el Fagin de Alec Guinness), un viejo encorvado y desdentado, un tanto untuoso, con una gran nariz que siempre se ha asociado a un probable origen judío (aunque ni en el film de Polanski ni en el de Lean se hace ninguna referencia a su procedencia, más allá de hablar un inglés algo extraño, sobre todo en el caso de Guinness).





La historia de Oliver a grandes rasgos es bien conocida: de pilluelo pasa a ser el pupilo de Mr.Brownlow (Edward Hardwicke), un acaudalado anciano que pretende educarlo como si fuera su nieto.



Pero volverá a caer en manos de Fagin y, lo que es peor, de Bill Sykes, un ladrón de comportamiento bestial (Jamie Foreman), más salvaje que su perro, el fiero Bullseye.




Sykes es otro de los personajes clave y que también queda ampliamente superado por la versión de Lean, donde Robert Newton brinda una interpretación sensacional, terrorífica).



Las tribulaciones de Oliver tendrán, a pesar de todo, un final feliz, siendo rescatado por la policía y entregado a las amorosas manos de Brownlow.

Hay dos diferencias esenciales entre la versión de Polanski y la de Lean, más allá de los aspectos visuales (el film de Lean es una maravilla en el tratamiento de las imágenes, tanto a nivel de encuadres, como de iluminación, de clara inspiración expresionista, responsabilidad del también director Guy Green). Por una parte, en la versión de Lean conocemos el origen de Oliver, vemos a su madre llegando al hospicio en una estremecedora noche de tormenta, donde morirá en el parto. Intuimos, por un colgante, que pertenece a una familia rica. Años después, averiguaremos que Oliver en realidad es el nieto de Brownlow, algo que el bondadoso anciano descubrirá durante el transcurso de la búsqueda del muchacho. Para Polanski, en cambio, no se sabrá en ningún momento quiénes fueron sus padres, no hay ningún recuerdo de su madre, ni Brownlow será su abuelo.

Por otro lado, Polanski incluye una secuencia al final en que Oliver va a visitar a Fagin en la prisión, en vísperas de su ejecución, porque quiere agradecerle el trato que le prestó. Fagin, en correspondencia, le indica dónde escondió su tesoro, el fruto de sus trapicheos. Hay como un intento de humanizar a Fagin que no aparece en Lean, donde el personaje, una vez detenido por la policía, desaparece. Me gustaría saber si este añadido polanskiano proviene o no de Dickens. ¿Quizá Polanski siente una cierta ternura por un personaje habitualmente considerado un judío?

En resumen, si alguien se interesa por el texto de Dickens, creo que lo mejor es leerlo y, en su defecto, ver la película de Lean, aunque es cierto que la de Polanski se puede ver sin sobresaltos durante una tarde sabatina, con toda la familia, aunque el relato en sí, tanto en Lean como en Polanski (y sospecho que en Dickens) no deja de tener un tono sombrío e inquietante (en especial, el personaje de Sykes, que sobre todo en la película de Lean, pero también en la de Polanski, da pie a algunos momentos dignos de un film de terror: la muerte de Nancy o el ahorcamiento accidental final).

La semana que viene llegamos a The Ghost Writer, un film por el que siento una atracción especial, más allá de la trama, gracias a sus imágenes.