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Tema: Sam Peckinpah: revisando sus películas

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    Predeterminado Re: Sam Peckinpah: revisando sus películas

    Compañeros mortales (The Deadly Companions, 1961)



    Primer film de Peckinpah y primer western de su trayectoria cinematográfica, aunque, como comenté en la introducción, el director ya había participado en varias series televisivas ambientadas en el Oeste americano. No me alargaré porque suscribo lo dicho hace dos años, que ya cité anteriormente.

    Producción de Charles B. FitzSimons para la compañía Carousel Productions, creada para la ocasión, el proyecto intentaba volver a juntar en pantalla a Brian Keith (un buen actor que siempre me ha parecido demasiado blando para ciertos papeles) y la gran Maureen O’Hara, hermana del productor. Ambos actores acababan de protagonizar con éxito una comedia romántica y familiar: Tu a Boston y yo a California, o sea un film a las antípodas del que nos ocupa. Peckinpah consigue debutar gracias a Keith a quien había dirigido en la serie The Westerner, en la que actor y director hicieron buenas migas, satisfechos mutuamente de su colaboración. El problema es que Peckinpah tuvo que lidiar con un guion deslavazado, en el que además metió baza el productor, incluso hasta el punto de modificar el final del film (ya lo comentaré más adelante).

    La película empieza bien, con una deliciosa canción que nos recuerdan las tonadas irlandesas de los films de Ford, cantada con buena voz por O’Hara. Se nos introduce al protagonista de manera directa, sin circunloquios. Queda claro desde el primer momento que Yellowleg (Brian Keith) se mueve por odio, por sed de venganza. Es un exsoldado de la Unión que fue bárbaramente mutilado con un soldado confederado (le intentó arrancar el cuero cabelludo, de ahí que no se quite el sombrero ni para dormir, para evitar mostrar la cicatriz). Este acontecimiento del pasado, de resonancias languianas (recordemos que la balada de Rancho Notorious narraba una historia de “hate, murder and revenge”), gravita durante todo el film y guía el comportamiento del protagonista.

    Localiza aquel soldado rebelde, Turk (Chill Wills), justo en el momento en que va a ser linchado por hacer trampas con las cartas. Lo reconoce porque Turk también tiene un cicatriz, en la mano, fruto del mordisco que le dio Yellowleg como defensa.



    Participa en el salvamento Billy (Steve Cochran), un pistolero cínico y mujeriego. Aquí empieza el guion a mostrar sus costuras, porque los tres planean el asalto de un banco en Gila City. Se supone que es una manera de tener cerca al hombre que quiere matar, pero ¿por qué tanta complicación?

    En Gila City se desarrolla una de las más curiosas escenas del film, que independientemente de la autoría del guion me parece muy de Peckinpah. Los tres hombres entran en un bar donde el propietario cubre las pinturas eróticas de la pared y deja de servir alcohol porque allí se va a celebrar una ceremonia religiosa, oficiada por Strother Martin, un habitual. Entre los asistentes se encuentra Kit (O’Hara), una “chica del salón” (se sobreentiende: una prostituta), con su hijo, lo cual genera comentarios desdeñosos de las mujeres "decentes".

    El muchacho va a morir poco después, fruto del tiroteo que se cruzan Yellowleg y unos ladrones de banco que se les han adelantado. Secuencia filmada un tanto torpemente a mi modo de ver y bastante inverosímil.



    El planteamiento es de lo más extraño, más cuando Yellowleg se prestará a acompañar a Kit, que decide enterrar a su hijo en Siringo, un pueblo en pleno territorio apache donde está enterrado su marido. Más aún cuando Yellowleg fuerza que Turk y a Billy le acompañen en misión de protección de Kit. Quizá a Yellowleg le mueva el remordimiento, el sentimiento de culpa, pero ¿a sus colegas?



    Ya tenemos el típico periplo con todos los tópicos vistos infinidad de veces: tensiones entre los machos; baño sugerente de Kit; intento de violación por parte de Billy (evitado por Yellowleg, que expulsará a Billy del campamento, yéndose también Turk); aparición de los indios, primero en forma de grupo de borrachos, luego como presencia amenazante; bellos paisajes; espectaculares puestas de sol (filmadas por William H. Clothier en Panavision).



    Todo ello envuelto en una horripilante banda sonora de Marlin Skiles, una de las más inadecuadas que he oído en mi vida.

    El film sube enteros cuando finalmente llegan a Siringo, un pueblo fantasma, y empiezan a buscar la tumba de padre del niño muerto, aunque nuevamente está filmado de una manera un tanto torpe, ya que primero no la encuentran (con lo que Yellowleg empieza a creer que Kit a mentido, aunque ¿para qué iba a mentir en una cosa como esta?) y luego, de golpe, aparece. Creo que es un momento al que se le podría haber sacado mucho más jugo, llevando el film a una especie de western gótico, fantasmal.

    La irrupción de nuevo de Billy y Turk nos lleva una conclusión tópica: el enfrentamiento a balazos. Pero aquí es donde el productor metió mano, enmendando a Peckinpah. El director filmó a Yellowleg matando a bocajarro a Billy, que se interpone en su camino hacia Turk. Pero esa asesinato a sangre fría parece que le resultó excesivo a FitzSimons. ¿Cómo iba a dejar que su hermana se acabara enamorando de un tipo tan cruel, capaz de matar sin la excusa de la venganza? Pero es que, además, Yellowleg acabará “indultando” a Turk, ante la petición de clemencia de Kit. Demasiadas incongruencias, una detrás de otra.

    Con todo esto se comprende que Peckinpah renegara siempre de esta película, que vista hoy en día me parece artificiosa y un tanto absurda. Queda para el recuerdo ese peregrinaje por los paisajes del western con el ataúd de un niño muerto.

    Mención aparte merece la pareja protagonista. Aunque me parecen buenos actores (no hace falta descubrir a Maureen O’Hara y Keith cumple bien su papel), a mí personalmente no me han transmitido la química necesaria como para que me crea ese enamoramiento.





    En definitiva, debut de perfil bajo, que se redimirá con el siguiente film, la espléndida Duelo en la alta sierra, que, a pesar de su calidad, todavía quedará lejos del estilo que se asocia habitualmente con Peckinpah: ni ralentí ni montaje sincopado ni baños de sangre. Pero eso será la semana que viene.

    Añado un comentario de FitzSimons, recogido en el libro de Garner Simmons, que puede servir de advertencia para los films que vendrán: "Según el acuerdo del Director's Guild, el director tiene derecho a un primer montaje, pero en ninguna parte pone que el productor tenga que quedarse con eso. [...] El montaje definitivo tenía un setenta por ciento de lo que yo quería y probablemente un diez por ciento de lo que él estaba buscando. Pero éste es un negocio de soluciones pactadas, un negocio de egos y de talentos erráticos". Peckinpah, por su parte, reconocía haber aprendido de este film que "nunca tienes que aceptar dirigir una película si no tienes el control del guion. Desde entonces, he aprendido que a veces ni con eso basta".
    Última edición por mad dog earle; 17/10/2019 a las 22:19
    sunshine, tomaszapa, cinefilototal y 4 usuarios han agradecido esto.

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