En los cines solía estar prohibido consumir cualquier alimento, igual que en los teatros. Fue cuando el cine perdió su dimensión cultural que los empresarios consideraron que el negocio se había abierto al populacho que iba buscando una atracción de feria. El primer motivo de esta transformación, de hecho, fue que con la llegada del cine hablado ya no había intertítulos para leer en las películas, y por lo tanto era una experiencia abierta a los analfabetos también.
Que alguien necesite comer viendo una película, sea hamburguesas o palomitas, yo personalmente no lo entiendo. Pero lo aceptaría con tal que hubiese cines en los que se prohibiese todo consumo, igual que ha ocurrido siempre con el teatro por ejemplo. Cada uno que haga lo que quiera siempre que tengamos un espacio en el que no nos molestemos los unos a los otros. Pero, más allá de que esté en desacuerdo con el tema de las palomitas, de todas formas, lo que me llama la atención es qué lógica es esa de hamburguesas no, palomitas sí. ¿Cuál es la diferencia? ¿De dónde sale pensar que comer como si fuese un McDonalds es un escándalo pero doscientas personas masticando palomitas a la vez es lo más lógico del mundo? Si me apuráis, veo mejor lo de comerse una hamburguesa, que lleva mucho menos tiempo y hace mucho menos ruido. Y además lo veo más asociado a tener hambre y necesitar comer algo, que no es lo mismo que el fenómeno de las palomitas, que es comer por inercia, por aburrimiento. Una hora masticando para no aburrirte. Y francamente, cuando uno va al cine y se aburre si no come, eso es algo que dice más del espectador que de la película.




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