Podríamos decir que Carney ha cerrado con esta película lo que sería su trilogía de la música. Ya contó las andanzas de un cantante dublinés que sueña con ser profesionalmente un músico (Once). Años más tarde nos adentró en el mundo de las discográficas para mostrarnos cómo una joven, recién instalada en NY -lo que sería Londres para el protagonista de Once- era descubierta por un productor musical (Begin Again). Y ahora, nos trae la última etapa que le faltaba: La infancia. El comienzo de todo. Como si fuera una precuela espiritual de las otras dos; y por ello sitúa la acción en los años 80. Pero no solo se centra en lo que sería la formación de la banda, sino también en el primer amor, en las amistades, en las influencias musicales que tuvieron miles de jóvenes en aquella época, en las relaciones familiares, en el catolicismo impregnado en la sociedad... y en ese sueño que miles irlandeses tenían: emigrar a UK.
Lo que más emocionaba de John Carney era esa fusión entre drama y música que hacía emocionarte. Ha sabido establecerse en la comedia creando personajes de los más caricaturescos -algo así como lo que hizo Linklater con la genial Todos queremos algo-. Te saca muchas sonrisas y te llega a conmover, pero prefiero sus otros dos trabajos.
7/10




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