Winding Refn lo ha vuelto a conseguir. Ha rodado una película con su ADN particular. La puesta en escena, el uso de la música (grande Cliff Martinez) y ese tono tan espectral y onírico me ha recordado a The Lords of Salem, aunque evidentemente por temática y género no tienen nada que ver. Aquí también el ancho del encuadre y los planos recuerdan a Kubrick, no por casualidad el director de su magnífica fotografía es Larry Smith (que colaboró con el maestro en El resplandor, Barry Lyndon y ya en funciones mayores en Eyes Wide Shut). Tremenda iluminación y unos de los trabajos más impactantes del año la de Smith. Pero creo que su mayor influencia es David Lynch, por momentos llega a ser tan críptica que te desorienta. Es verdad que no es una película modélica, pero tiene los bemoles contar de forma diferente algo que en otras manos quedaría intrascendente y plano. Puede parecer pretenciosa, probablemente lo es, pero al menos no es un Drive II como todo el mundo esperaba. Y que de decir de esa Kristin Scott Thomas que devora todo a su paso y termina siendo la reina de la función. Es de esas películas que hay que ver predispuesto, al igual que algunas de Terrence Malick o Lars Von Trier. A mi sin entusiasmarme, me ha gustado.