entre la Alemania de entreguerras y lo que puede ser la Nueva República. Con el Imperio no había libertad, los derechos individuales se pisoteaban muchas veces, había planetas colonizados cuya población era esclava o semi-esclava (caso de los wookies), ciudadanos de segunda (como las colonias que había por el s. XIX en África o en Oceanía), pero había estabilidad política y social, y la economía y la industria, al estar controladas por el Estado, no sufrían muchos vaivenes. Quizá hubo épocas de racionamiento, pero en general, no se vivía del todo mal en ese aspecto. El crimen estaba más controlado, ya que, al haber una única jurisdicción, era más fácil perseguir y juzgar a los criminales. El caciquismo y la corrupción, grandes males de la República, y el exceso de burocracia, seguían allí, pero ya no eran problemas tan graves. Cae el Imperio: se produce un vacío de poder como pasó con muchas ex-repúblicas soviéticas (otro paralelismo que se puede hacer) en los años 90. La economía se va al garete, al haber además mucha más inestabilidad política, nadie se atreve a invertir, y se ahorra poco porque se vive al día. Además ha habido inflaciones y devaluaciones varias de la moneda: algo que ayer valía muchísimo, puede no valer nada hoy (ya vimos en el Ep. I, que los créditos de la República no valían nada en Tattooine). No hay un estado centralizado fuerte, sino quinientas pequeñas repúblicas independientes de Ikea: nacionalismos varios de todo pelaje surgen por doquier. Las calles se llenan de desempleados, de mutilados de guerra, de militares revanchistas que se han quedado sin ejército y sin oficio ni beneficio (muchos de éstos se volverán señores de la guerra, como en algunos conflictos de África y Oriente Medio, o se harán mafiosos, como pasó en algunas ex-repúblicas soviéticas), de agitadores de taberna. Muchos se vuelven ladrones y piratas para así vivir más holgadamente, robando a otros. Hay mucha inseguridad y crimen. Crece el descontento, y en esta población depauperada y desesperanzada, siempre hay nostálgicos del antiguo Régimen, gente dispuesta a dar un "viva las cadenas", o a decir cosas del tipo de que "con Franco se vivía mejor". En éstos, todo tipo de ideas radicales y contrarias al sistema establecido hallarán campo abonado. Muchos, como ocurrió con muchos ex-combatientes de la Primera Guerra Mundial, acudieron a luchar convencidos de que un mundo nuevo y mejor saldría de la guerra, cuando lo cierto es que están ahora peor que antes. Y aparece entonces una especie de Secta Sith, que, al igual que los nazis, en cierto modo, quieren volver al orden anterior de las cosas, polarizando el descontento de la población. Puede que no sean realmente descendientes de los Sith, que se extinguieron con Vader, como tampoco los nazis eran realmente descendientes de los antiguos germanos o los Caballeros Teutónicos, pero se presentaron como sucesores de los mismos. Y al igual que los nazis, sienten fascinación por las reliquias, los antiguos cultos y los objetos asociados con el poder y con una historia más o menos interesante detrás: la lanza de Longinos, el cáliz de la Última Cena, la mesa del rey Salomón, los cátaros, el Rey Arturo... En este caso, será el casco de Darth Vader y la antigua religión de los Sith lo que esgriman como reclamo. También los nazis funcionaban como una especie de secta laica y sin dios. Y también empezaron como agitadores de café y delincuentes comunes. Puede pasar lo mismo con los nuevos Sith, que acabarán aglutinando a gente muy diversa a su alrededor como pasó con los nazis. Y, al igual que los nazis, sueñan con un caudillo mítico, un líder con cualidades excepcionales que les llevará a la victoria. Ese puede ser Luke Skywalker, descendiente de Vader, o alguien de su familia. Y, como pasaba en el Ep. V, a Luke, que se va a ver metido en medio de esta tesitura, sólo se le van a presentar dos opciones: unirse a los malos o morir.